«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

domingo, 18 de noviembre de 2012

En Endor.

En Endor Jesús escapó por unos días de las multitudes clamorosas en búsqueda de curación física. Durante su estadía en este lugar el Maestro rememoró para instrucción de sus apóstoles la historia del rey Saúl y la bruja de Endor. Jesús les dijo claramente a sus apóstoles que los seres intermedios rebeldes y descarriados que a menudo habían asumido la personalidad de supuestos espíritus de los muertos, serían puestos pronto bajo control para que no pudieran volver a hacer estas cosas extrañas. Les dijo a sus apóstoles que, cuando volviera junto al Padre y se derramara el espíritu sobre la carne, ya no podrían estos seres semiespirituales —así llamados espíritus impuros— poseer entre los mortales a los de mente débil y a los de mente perversa.
 
      
Jesús explicó además a sus apóstoles que los espíritus de los seres humanos muertos no vuelven a su mundo original para comunicarse con sus semejantes vivos. Sólo después de haber pasado una época dispensacional, podría el espíritu en progreso de un hombre mortal volver a la tierra, y aun entonces, sólo en casos excepcionales y como parte de la administración espiritual del planeta.
     
Después de descansar dos días, Jesús dijo a sus apóstoles: «Mañana volvemos a Capernaum para estar allí y enseñar mientras se tranquiliza la campiña. Allí en mi tierra ya se habrán recobrado un poco de tanto frenesí».