En Endor Jesús escapó por unos días de las multitudes clamorosas en
búsqueda de curación física. Durante su estadía en este lugar el Maestro
rememoró para instrucción de sus apóstoles la historia del rey Saúl y
la bruja de Endor. Jesús les dijo claramente a sus apóstoles que los
seres intermedios rebeldes y descarriados que a menudo habían asumido la
personalidad de supuestos espíritus de los muertos, serían puestos
pronto bajo control para que no pudieran volver a hacer estas cosas
extrañas. Les dijo a sus apóstoles que, cuando volviera junto al Padre y
se derramara el espíritu sobre la carne, ya no podrían estos seres
semiespirituales —así llamados espíritus impuros— poseer entre los
mortales a los de mente débil y a los de mente perversa.
Jesús explicó además a sus apóstoles que
los espíritus de los seres humanos muertos no vuelven a su mundo
original para comunicarse con sus semejantes vivos. Sólo después de
haber pasado una época dispensacional, podría el espíritu en progreso de
un hombre mortal volver a la tierra, y aun entonces, sólo en casos
excepcionales y como parte de la administración espiritual del planeta.
Después de descansar dos días, Jesús dijo a
sus apóstoles: «Mañana volvemos a Capernaum para estar allí y enseñar
mientras se tranquiliza la campiña. Allí en mi tierra ya se habrán
recobrado un poco de tanto frenesí».