JESÚS y los apóstoles llegaron a Capernaum el miércoles 17 de marzo y
pasaron dos semanas en su cuartel general en Betsaida antes de partir
para Jerusalén. Durante estas dos semanas, los apóstoles enseñaron a la
gente en la playa, mientras que Jesús pasó mucho tiempo a solas en las
colinas, ocupado en los asuntos de su Padre. En este período Jesús,
acompañado por Santiago y Juan Zebedeo, hizo dos viajes en secreto a
Tiberias, para encontrarse con los creyentes e instruirlos en el
evangelio del reino.
Muchos de los integrantes de la casa de
Herodes creían en Jesús y asistían a estas reuniones. Fue la influencia
de estos creyentes dentro de la familia oficial de Herodes la que
contribuyó a que la enemistad del gobernador contra Jesús amainara un
tanto. Los creyentes de Tiberias habían explicado plenamente a Herodes
que el «reino» proclamado por Jesús era de naturaleza espiritual y no
una aventura política. Herodes confiaba, hasta cierto punto, en estos
miembros de su familia, por esto la diseminación de los informes sobre
las enseñanzas y curaciones de Jesús no lo alarmó excesivamente. No
tenía objeciones al trabajo de Jesús como curador o maestro religioso. A
pesar de la actitud favorable de muchos de los consejeros de Herodes, y
aun de Herodes mismo, había entre sus subordinados un grupo que, estaba
tan influenciado por los líderes religiosos de Jerusalén, que
alimentaba contra Jesús y sus apóstoles sentimientos amargos y
amenazadores, los que más tarde mucho dificultaron sus actividades
públicas. Los líderes religiosos de Jerusalén representaban para Jesús
un peligro mucho mayor que Herodes. Por esta misma razón, Jesús y los
apóstoles pasaron tanto tiempo e hicieron la mayor parte de su
predicación pública en Galilea más bien que en Jerusalén y en Judea.