«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

sábado, 3 de noviembre de 2012

La conferencia con los apóstoles de Juan.

Alrededor del primero de octubre, Felipe y algunos de los otros apóstoles estaban en una aldea cercana comprando alimentos, cuando se encontraron con algunos de los apóstoles de Juan el Bautista. Como resultado de este encuentro casual en el mercado se reunieron por tres semanas, en el campamento de Gilboa, los apóstoles de Jesús y los de Juan, porque éste recientemente había nombrado a doce de sus líderes como apóstoles, siguiendo el ejemplo de Jesús. Juan había hecho esto por sugerencia de Abner, jefe de sus leales seguidores. Jesús estuvo presente en el campamento de Gilboa durante la primera semana de esta reunión, pero se ausentó durante las dos últimas.
      
A principios de la segunda semana de este mes, Abner había reunido a todos sus asociados en este campamento de Gilboa y estaba preparado para iniciar el diálogo con los apóstoles de Jesús. Durante tres semanas, estos veinticuatro hombres se reunieron tres veces por día, seis días por semana. La primera semana Jesús se mezcló con ellos entre las reuniones de la mañana, la tarde y la noche. Los participantes deseaban que el Maestro se reuniese con ellos y presidiese las deliberaciones conjuntas, pero se negó categóricamente participar en sus discusiones, aunque consintió en dirigirles la palabra en tres ocasiones. Estos discursos de Jesús a los veinticuatro trataron de la compasión, la cooperación y la tolerancia.
      
Andrés y Abner presidieron alternativamente estas reuniones conjuntas de los dos grupos apostólicos. Estos hombres tenían muchas dificultades que discutir y numerosos problemas que resolver. Una y otra vez llevaron sus problemas a Jesús, pero éste se limitaba a decir: «Tan sólo me preocupan vuestros problemas personales y puramente religiosos. Yo soy el representante del Padre ante el individuo, no ante el grupo. Si tenéis dificultades personales en vuestras relaciones con Dios, venid a mí, y os escucharé y os aconsejaré para la solución de vuestro problema. Pero si os ocupáis de coordinar divergentes interpretaciones humanas acerca de cuestiones religiosas, así como de socializar la religión, estáis destinados a solucionar tales problemas por vuestras propias decisiones. No obstante, contad con mi comprensión e interés; cuando lleguéis a una conclusión sobre estos asuntos sin importancia espiritual, os prometo por adelantado, siempre y cuando estéis todos de acuerdo, mi aprobación plena y mi cooperación sincera. Ahora bien, para no estorbar vuestras deliberaciones, os dejaré por dos semanas. No os preocupéis por mí, porque yo regresaré a vosotros. Estaré ocupado en los asuntos de mi Padre, puesto que tenemos otros reinos además de éste».
      
Después de hablar así, Jesús descendió por la montaña y no le volvieron a ver por dos semanas enteras. Y nunca supieron donde había ido ni qué había hecho durante esos días. Desconcertados por la ausencia del Maestro, los veinticuatro tardaron un tiempo hasta reanudar la seria consideración de sus problemas. Al cabo de una semana estaban sin embargo nuevamente sumergidos en sus discusiones, y no podían recurrir a Jesús para que los ayudara.
      
El primer tema sobre el cual el grupo llegó a un acuerdo fue adoptar la oración que Jesús les había enseñado recientemente. Se aceptó por unanimidad que sería ésta la oración que enseñarían ambos grupos de apóstoles a los creyentes.
      
En segundo término, se decidió que, mientras Juan viviera, en la cárcel o fuera de cárcel ambos grupos de doce apóstoles continuarían con su obra, y que se celebrarían reuniones conjuntas de una semana de duración cada tres meses en sitios por determinarse.
      
Pero el más grave de todos sus problemas era la cuestión del bautismo. Sus dificultades eran tanto más serias porque Jesús se había negado a pronunciarse sobre el tema. Finalmente se pusieron de acuerdo: mientras viviera Juan o hasta el momento en que modificaran todos ellos en conjunto esta decisión, sólo los apóstoles de Juan bautizarían a los creyentes, y sólo los apóstoles de Jesús instruirían a los nuevos discípulos. Por consiguiente, desde ese momento hasta la muerte de Juan, dos de los apóstoles de Juan acompañaron a Jesús y sus apóstoles para bautizar a los creyentes, ya que el concilio conjunto había votado por unanimidad que el bautismo sería el paso inicial para presentar un frente común en relación con los asuntos del reino.
     
A continuación se decidió que, en caso de morir Juan, sus apóstoles comparecerían ante Jesús y se someterían a su dirección, y que ya no bautizarían a menos que recibieran autorización de Jesús o de sus apóstoles.
      
Después votaron que, en caso de morir Juan, los apóstoles de Jesús comenzarían a bautizar con agua como símbolo del bautismo del Espíritu divino. La cuestión de si el arrepentimiento debía vincularse o no con la predicación del bautismo, se dejó a criterio de cada grupo; no se tomaron decisiones obligatorias. Los apóstoles de Juan predicaban: «Arrepentíos y sed bautizados». Los apóstoles de Jesús proclamaban: «Creed y sed bautizados».
      
Ésta es pues la historia del primer intento de los seguidores de Jesús a coordinar esfuerzos divergentes, reconciliar diferencias de opinión, organizar iniciativas de grupo, regular las observancias externas y socializar las prácticas religiosas personales.
      
Se consideraron también muchos otros asuntos de menor importancia que fueron resueltos por unanimidad. Estos veinticuatro hombres tuvieron una experiencia verdaderamente notable durante estas dos semanas, al verse obligados a enfrentar problemas y resolver dificultades sin Jesús. Aprendieron a disentir, debatir, disputar, orar y transigir, y a ser capaces de comprender el punto de vista ajeno y a mantener por lo menos cierto grado de tolerancia por sus opiniones honestas.
     
En la tarde de la discusión final sobre los asuntos financieros, regresó Jesús, se enteró de sus deliberaciones, escuchó sus decisiones y dijo: «Éstas pues, son vuestras conclusiones, y ayudaré a cada uno de vosotros a llevar a cabo el espíritu de vuestras decisiones conjuntas».
       
Dos meses y medio después de esto, Juan fue ejecutado y durante todo este período los apóstoles de Juan permanecieron con Jesús y los doce. Todos ellos trabajaron juntos y bautizaron a los creyentes durante esta temporada de obras en las ciudades de la Decápolis. El campamento de Gilboa se levantó el 2 de noviembre del año 27 d. de J.C..