«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

sábado, 3 de marzo de 2012

El ministerio social.

Aquí en Roma fue donde también ocurrió ese conmovedor evento en el cual el Creador de un universo pasó varias horas en devolver un niño perdido a su ansiosa madre. Este niño se había alejado de su casa, y Jesús lo encontró llorando desconsoladamente. El y Ganid iban camino a las bibliotecas, pero se ocuparon de llevar al niño a su casa. Ganid nunca olvidó el comentario de Jesús: «Sabes, Ganid, que la mayoría de los seres humanos son como este niño perdido. Lloran de temor y sufren de pena la mayor parte del tiempo, sin ver que en verdad no están sino a corta distancia de la seguridad y del salvamento, así como este niño estaba en realidad muy cerca de su casa. Los que conocen el camino de la verdad y disfrutan la seguridad de conocer a Dios deberían considerar que es un privilegio para ellos y no un deber, ofrecer orientación a sus semejantes en sus esfuerzos por encontrar las satisfacciones de la vida. ¿Acaso no fue para nosotros una satisfacción sublime ayudar a este niño a volver donde su madre? Del mismo modo, los que conducen a los hombres a Dios experimentan la satisfacción suprema del servicio humano». A partir de ese momento y por el resto de su vida, Ganid estuvo siempre atento por si se perdía un niño, para devolverlo a su hogar.
     
Había una viuda con cinco hijos, cuyo marido había muerto accidentalmente. Jesús le contó a Ganid cómo había perdido a su padre en un accidente, y muchas veces fueron ambos a llevar consuelo a esta madre y a sus hijos, mientras que Ganid le pidió dinero a su padre para proveerles alimento y ropa. No cesaron en sus esfuerzos hasta conseguir trabajo para el hijo mayor para que de este modo pudiera ayudar a mantener a la familia.
     
Esa noche, al escuchar Gonod la crónica de estas experiencias, le dijo a Jesús, de muy buen talante: «Me propongo hacer de mi hijo un erudito o un hombre de negocios, y vienes tú y lo conviertes en filósofo y filántropo». Y Jesús sonriendo replicó: «Quizás consigñamos las cuatro cosas; así, tendrá pues una satisfacción cuádruple en la vida, porque cuando su oído reconozca la melodía humana, podrá apreciar cuatro tonos en vez de uno». Y Gonod le respondió: «Me doy cuenta de que eres realmente un filósofo. Debes escribir un libro para las generaciones futuras». Jesús le replicó: «No un libro —mi misión es vivir una vida en esta generación y para todas las generaciones. Yo...», pero interrumpió diciéndole a Ganid: «Hijo mío, es hora de ir a dormir».