«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

viernes, 30 de marzo de 2012

El viaje con la caravana al Caspio.

Era el primero de abril del año 24 d. de J. C. cuando Jesús partió de Nazaret con la caravana, con destino a la región del Mar Caspio. La caravana a la que se unió Jesús como conductor iba desde Jerusalén, por el camino de Damasco y del Lago de Urmia, cruzando Asiria, Media y Partia, hasta la región sudoriental del Mar Caspio. Un año entero transcurrió antes de su regreso.
     
Esta caravana fue para Jesús otra aventura de exploración y ministerio personal. Fue para él una experiencia interesante convivir con la familia de la caravana —pasajeros, guardias y conductores de camellos. Veintenas de hombres, mujeres y niños, que habitaban a lo largo de la ruta seguida por la caravana, vivieron vidas más ricas como resultado de su encuentro con Jesús, que fue para ellos el extraordinario conductor de una caravana ordinaria. No todos los que tuvieron la oportunidad de disfrutar de estas ocasiones de ministerio personal supieron sacar provecho de éstas, pero la gran mayoría de aquellos que le conocieron y conversaron con él, fueron personas mejores el resto de sus vidas.
     
De todos sus viajes por el mundo, el que hizo al Mar Caspio fue el que más acercó a Jesús a Oriente, y le permitió adquirir una mejor comprensión de los pueblos del lejano Oriente. Se relacionó íntima y personalmente con cada una de las razas sobrevivientes en Urantia, con excepción de la roja. Disfrutó igualmente de su ministerio personal con cada una de estas diversas razas y pueblos mestizos, y todos ellos fueron receptivos a la verdad viviente que les traía. Los europeos del extremo occidente y los asiáticos del extremo oriente prestaron atención en igual medida a sus palabras de esperanza y de vida eterna, y fueron igualmente influidos por la vida de amoroso servicio y ministerio espiritual que tan compasivamente vivió entre ellos.
      
El viaje con la caravana fue un éxito en todos los sentidos. Fue éste uno de los episodios más interesantes en la vida humana de Jesús, porque desempeñó durante este año una función de carácter ejecutivo, siendo responsable del material confiado a su cuidado y de la conducción segura de los viajeros que integraban la caravana. Cumplió con sus múltiples deberes con la mayor lealtad, eficiencia y prudencia.
      
Al regreso de la región caspiana, Jesús renunció a la dirección de la caravana en el Lago Urmia, donde permaneció poco más de dos semanas. Regresó como pasajero en una caravana posterior que se dirigía a Damasco, donde los propietarios de los camellos le rogaron que permaneciese a su servicio. Al rehusar esta oferta, siguió viaje con la caravana hasta Capernaum, donde llegó el primero de abril del año 25 d. de J. C.. Ya no consideraba a Nazaret como su hogar. Capernaum se había convertido en el hogar de Jesús, de Santiago, de María y de Ruth. Pero Jesús no volvió nunca más a vivir con su familia; cuando se encontraba en Capernaum, se hospedaba en la casa de los Zebedeo.