«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

martes, 29 de enero de 2013

El envío de los apóstoles en grupos de dos en dos.

La siguiente tarde, habiéndose reunido con los doce apóstoles, los apóstoles de Juan y el grupo de mujeres recientemente comisionado, Jesús dijo: «Podéis ver, vosotros mismos, que la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Oremos pues todos al Señor de la cosecha para que nos envíe aún más trabajadores para sus campos. Mientras yo permanezco aquí para reconfortar e instruir a los instructores más jóvenes, enviaré a los mayores en grupos de dos en dos para que puedan abarcar rápidamente toda Galilea predicando el evangelio del reino mientras la situación continúe siendo propicia y pacífica». Luego nombró los pares de apóstoles tal como deseaba que salieran y éstos fueron: Andrés y Pedro, Santiago y Juan Zebedeo, Felipe y Natanael, Tomás y Mateo, Jacobo y Judas Alfeo, Simón el Zelote y Judas Iscariote.


Jesús estableció la fecha en que se encontraría con los doce en Nazaret y al despedirse, dijo: «En esta misión, no vayáis a ninguna de las ciudades de los gentiles, ni tampoco a Samaria, pero id adonde están las ovejas descarriadas de la casa de Israel. Predicad el evangelio del reino y proclamad la verdad salvadora de que el hombre es hijo de Dios. Recordad que el discípulo no está por encima de su maestro ni el siervo es superior a su amo. Basta con que el discípulo sea igual a su maestro y el siervo llegue a ser como su amo. Si alguien se ha atrevido a llamar al amo de la casa asociado de Beelzebú, ¡cuánto más considerarán así a los de su casa!
 Pero no debéis temer de estos enemigos incrédulos. Os declaro que nada de lo que está cubierto dejará de ser revelado; no hay nada oculto que no se conocerá. Lo que os he enseñado privadamente, predicadlo abiertamente con sabiduría. Lo que os he revelado dentro de la casa, proclamadlo desde los tejados cuando llegue la ocasión. Y yo os digo, amigos y discípulos míos, no temáis a los que pueden matar el cuerpo pero no son capaces de destruir el alma; colocad vuestra confianza en Aquel que puede sostener el cuerpo y salvar el alma.
      
«¿Acaso no se venden dos gorriones por un céntimo? Sin embargo yo os declaro que ninguno de ellos está olvidado en los ojos de Dios. ¿Acaso no sabéis que hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados? No temáis pues; vosotros sois de más valor que muchos gorriones. No os avergoncéis de mi enseñanza; salid proclamando paz y buena voluntad, pero no os engañéis —la paz no siempre acompañará vuestra predicación. He venido para traer paz a la tierra, pero cuando los hombres rechazan mi don, se producen divisiones y alborotos. Cuando todos los de una familia reciben el evangelio del reino, en verdad la paz habita en esa casa; pero cuando alguno de la familia entra en el reino y otros rechazan el evangelio, esa división tan sólo puede producir pesadumbre y tristeza. Laborad intensamente para salvar a toda la familia para que no se vuelvan los enemigos de un hombre los de su propia casa. Pero cuando hayáis hecho todo lo posible para todos los de cada familia, yo os declaro que el que ame al padre o a la madre más que este evangelio no es digno del reino».
      
Cuando los doce escucharon estas palabras, se prepararon para partir. No volvieron a verse hasta el momento en que concurrieron a Nazaret para reunirse con Jesús y con los otros discípulos, tal como el Maestro lo había dispuesto.