«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

domingo, 6 de enero de 2013

La hostilidad de los líderes religiosos.

A pesar de que la gente común recibía favorablemente las enseñanzas de Jesús, los líderes religiosos en Jerusalén se iban alarmando y tornando antagonistas cada vez más. Los fariseos habían formulado una teología sistemática y dogmática. Jesús no enseñaba en forma sistemática, lo hacía según se presentara la ocasión. Jesús enseñaba basándose no tanto en la ley, sino en la vida misma, mediante parábolas. (Y cuando empleaba una parábola para ilustrar su mensaje, su intención era utilizar sólo una característica de la historia para ese propósito. Es posible llegar a muchas conclusiones erróneas sobre las enseñanzas de Jesús si se quieren transformar sus parábolas en alegorías.)
 
      
Los líderes religiosos en Jerusalén se estaban poniendo frenéticos por la reciente conversión del joven Abraham y la deserción de tres de los espías, que habían sido bautizados por Pedro, y se habían unido a los evangelistas en esta segunda gira de predicación en Galilea. El temor y el prejuicio enceguecían cada vez más a los líderes judíos, cuyo corazón estaba endurecido por el continuado rechazo de las cautivantes verdades del evangelio del reino. Cuando los hombres se cierran a la llamada del espíritu que reside en ellos, poco puede hacerse para modificar su actitud.
      
La primera vez que Jesús se reunió con los evangelistas en el campamento de Betsaida, al concluir su discurso, dijo: «Debéis recordar que en cuerpo y mente — emocionalmente— los hombres reaccionan como individuos. Lo único uniforme que tienen los hombres es el espíritu residente. Aunque los espíritus divinos puedan variar un tanto en su naturaleza y grado de experiencia, ellos reaccionan en forma uniforme a todos los llamados espirituales. Sólo a través de este espíritu, y por la llamada a él, puede la humanidad alcanzar algún día la unidad y la fraternidad».
 Pero muchos de los líderes de los judíos habían cerrado las puertas de su corazón a la llamada espiritual del evangelio. Desde este día en adelante no cesaron de conspirar y urdir la destrucción del Maestro. Estaban convencidos de que Jesús debía ser detenido, condenado y ajusticiado como ofensor de la religión por haber violado las enseñanzas cardinales de la sagrada ley judía.