«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

lunes, 14 de enero de 2013

El progreso de la gira de predicación.

Jesús hizo muy poco trabajo público durante esta gira de predicación, pero condujo muchas clases vespertinas para los creyentes en la mayoría de las ciudades y aldeas en las que a la sazón se detenía con Santiago y Juan. En una de estas reuniones vespertinas, uno de los evangelistas más jóvenes hizo a Jesús una pregunta sobre la ira, y el Maestro entre otras cosas dijo en respuesta:
 
      
«La ira es una manifestación material que representa, de manera general, la medida del fracaso de la naturaleza espiritual en la tarea de ganar el control sobre las naturalezas intelectual y física combinadas. La ira indica vuestra falta de amor fraternal tolerante más vuestra falta de respeto propio y de autocontrol. La ira afecta la salud, envilece la mente, y limita al instructor espiritual del alma del hombre. ¿Acaso no habéis leído en las Escrituras que `la ira mata al tonto', y que el hombre `se destruye a sí mismo en su ira'? ¿Que `el que tarda en airarse es grande de entendimiento', mientras que `el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad'. Todos vosotros sabéis que `la blanda respuesta quita la ira', y que `las palabras ásperas hacen subir el furor'. `La cordura detiene el furor' mientras que `como ciudad derribada y sin muro, es el hombre cuyo yo no tiene rienda'. `Cruel es la ira, e impetuoso el furor'. `Los hombres iracundos levantan contiendas, y los furiosos multiplican sus errores'. `No te apresures en tu espíritu, porque el enojo reposa en el seno de los necios'». Antes de terminar de hablar Jesús también dijo: «Dejad que vuestro corazón esté tan dominado por el amor, que el espíritu guía pueda con poca dificultad libraros de la tendencia a dejaros llevar por esas explosiones de ira animal que son inconsistentes con el estado de filiación divina.»
      
En esta misma ocasión el Maestro les habló al grupo sobre la importancia de poseer un carácter bien equilibrado. El reconocía que la mayoría de los hombres tienen que dedicarse al dominio de una vocación, pero deploraba el exceso de especialización, tendencia que limita la mente y circunscribe las actividades vitales. Mencionó el hecho de que toda virtud, si se la lleva a extremos, puede volverse vicio. Jesús siempre predicó la moderación y enseñó la constancia — una adaptación proporcional a los problemas de la vida. Observó que el exceso de compasión y piedad puede degenerar en una grave inestabilidad emocional; que el entusiasmo puede llevar al fanatismo. Mencionó el hecho de un ex asociado de ellos, cuya imaginación lo había llevado a empresas visionarias e imprácticas. Al mismo tiempo, les advirtió contra los peligros de la monotonía inherente en una mediocridad demasiado conservadora.
     
Luego habló Jesús de los peligros del coraje y de la fe, y de cómo estos dos factores a veces llevan a un alma no reflexiva a la presunción y la imprudencia. También mostró cómo la prudencia y la discreción, llevadas a los extremos, conducen a la cobardía y al fracaso. Exhortó a sus oyentes a que procuraran la originalidad, pero evitando caer en la excentricidad. La comprensión no debe caer en sentimentalismo, ni la piedad en beatería. Enseñó reverencia libre de miedo y superstición.
        
No fueron tanto las enseñanzas de Jesús sobre un carácter equilibrado las que impresionaban a sus asociados, sino el hecho de que su propia vida era ejemplo elocuente de estas enseñanzas. Vivía él en medio de apremios y tempestades, pero jamás vaciló. Sus enemigos continuamente preparaban trampas, pero nunca cayó en ésas. Los sabios e instruidos trataban de hacerlo tropezar, pero nunca tropezó. Trataban de enredarlo en debates, pero sus respuestas eran siempre esclarecedoras, dignas y definitivas. Cuando interrumpían sus disertaciones con múltiples preguntas, sus respuestas eran siempre significativas y definitivas. No recurrió jamás a tácticas indignas cuando se enfrentaba con la presión constante de sus enemigos, que no vacilaban en emplear todo tipo de ataque falso, injusto y desleal.
      
Aunque es verdad que muchos hombres y mujeres deben dedicarse asiduamente a una vocación específica para ganarse la vida, es sin embargo enteramente deseable que los seres humanos cultiven una amplia gama de familiaridad cultural con la vida tal como se la vive en la tierra. Las personas verdaderamente cultas no se conforman con permanecer en la ignorancia respecto de la forma de vida y las hazañas de sus semejantes.