Jesús continuó enseñando, diciendo: «Cuando yo
haya ido al Padre, y después de que él haya aceptado plenamente la obra
que he hecho por vosotros en la tierra, y después de que haya recibido
la soberanía final de mi propio dominio, le diré a mi Padre: Habiendo
dejado a mis hijos solos en la tierra, es de acuerdo con mi promesa de
enviarles a otro maestro. Y cuando el Padre apruebe, derramaré el
Espíritu de la Verdad sobre toda la carne. Ya el espíritu de mi Padre
está en vuestro corazón, y cuando llegue este día, también me tendréis a
mí con vosotros aun como tenéis ahora al Padre. Este nuevo don es el
espíritu de la verdad viva. Los descreídos no escucharán al principio
las enseñanzas de este espíritu, pero los hijos de la luz lo recibirán
con regocijo y de todo corazón. Y conoceréis a este espíritu cuando
llegue, aun como me habéis conocido a mí, y recibiréis este don en
vuestro corazón, y él permanecerá con vosotros. Así pues percibís que no
os dejaré sin ayuda ni guía. No os dejaré desolados. Hoy tan sólo puedo
estar con vosotros en persona. En los tiempos venideros estaré con
vosotros y con todos los demás hombres que deseen mi presencia, donde
sea que estaréis, y con cada uno de vosotros al mismo tiempo. ¿Acaso no
discernís que es mejor para mí que me vaya; que os deje en la carne,
para poder estar con vosotros mejor y más plenamente en el espíritu?
«Dentro de unas pocas horas, el mundo ya no
me verá; pero vosotros seguiréis conociéndome en vuestro corazón aun
hasta que yo envíe a este nuevo maestro, el Espíritu de la Verdad. Así
como he vivido con vosotros en persona, entonces viviré en vosotros;
seré uno con vuestra experiencia personal en el reino del espíritu.
Cuando esto ocurra, vosotros conoceréis con certeza que yo estoy en el
Padre, y que, aunque vuestra vida se oculta con el Padre en mí, yo
también estoy en vosotros. Yo he amado al Padre y he cumplido con su
palabra; vosotros me habéis amado, y vosotros cumpliréis con mi palabra.
Así como mi Padre me ha dado de su espíritu, así os daré yo de mi
espíritu. Este Espíritu de la Verdad que os donaré os guiará y os
confortará y finalmente os conducirá a toda la verdad.
«Os digo estas cosas mientras aún estoy con
vosotros para que estéis mejor preparados para soportar las pruebas que
en este instante mismo se abalanzan sobre nosotros. Y cuando llegue
este nuevo día, dentro de vosotros residirá tan el Hijo como el Padre. Y
estos dones del cielo por siempre obrarán el uno con el otro así como
el Padre y yo hemos trabajado a la tierra y ante vuestros mismos ojos
como una persona: el Hijo del Hombre. Este amigo espiritual os hará
recordar todo lo que os he enseñado».
Como el Maestro pausó por un momento, Judas
Alfeo se atrevió a hacer una de las pocas preguntas que él o su hermano
dirigieran jamás a Jesús en público. Dijo Judas: «Maestro, has vivido
siempre entre nosotros como un amigo; ¿cómo te conoceremos cuando ya no
te manifiestes a nosotros excepto por este espíritu? Si el mundo no te
ve, ¿cómo podremos estar seguros de ti? ¿Cómo te mostrarás a nosotros?»
Jesús los contempló a todos ellos, sonrió, y
dijo: «Mis pequeños, yo me voy, vuelvo al Padre. Dentro de muy poco
tiempo, ya no me veréis como me veis aquí, como carne y hueso. Dentro de
muy poco tiempo os enviaré mi espíritu, tal como yo, excepto por este
cuerpo material. Este nuevo maestro es el Espíritu de la Verdad que
vivirá con cada uno de vosotros, en vuestro corazón, y así todos los
hijos de la luz serán uno y serán atraídos unos a los otros. Y de esta
misma manera mi Padre y yo podremos vivir en el alma de cada uno de
vosotros y también en el corazón de todos los demás hombres que nos aman
y realizan ese amor en sus experiencias amándose los unos a los otros,
aun como yo ahora os amo a vosotros».
Judas Alfeo no entendió plenamente lo que
dijo el Maestro, pero captó la promesa de un nuevo maestro, y por la
expresión del rostro de Andrés, percibió que su pregunta fue contestada
satisfactoriamente.