Después de que Pedro, Santiago, Juan y Mateo
habían hecho numerosas preguntas al Maestro, él continuó su discurso de
despedida diciendo: «Os digo todo esto antes de dejaros para que podáis
estar preparados para lo que está por ocurrir y no tropecéis con errores
graves. Las autoridades no se contentarán meramente con expulsaros de
las sinagogas; os advierto que se acerca la hora en que los que os
matarán, pensarán que hacen un servicio a Dios. Y todas estas cosas
ellos os harán a vosotros y a los que conduzcáis al reino del cielo
porque no conocen al Padre. Al negarse a recibirme se han negado a
conocer al Padre; y se niegan a recibirme cuando os rechazan a vosotros,
siempre y cuando hayáis cumplido con mi nuevo mandamiento, el de amaros
unos a los otros aun como yo os he amado. Os estoy diciendo por
adelantado todas estas cosas para que, cuando llegue vuestra hora, como
ahora ha llegado la mía, podáis encontraros fortalecidos en el
conocimiento de que todo esto yo lo sabía, y que mi espíritu estará con
vosotros en todos vuestros sufrimientos por mí y por el evangelio. Es
por este propósito que os he hablado tan claramente desde el comienzo
mismo. Aun os he advertido que los enemigos de un hombre pueden ser aun
los seres des su propia casa. Aunque este evangelio del reino nunca deja
de traer gran paz al alma de cada creyente, no traerá paz a la tierra
hasta que el hombre no esté dispuesto a creer de todo corazón en mis
enseñanzas y a establecer la práctica de hacer la voluntad del Padre
como propósito principal de vivir la vida mortal.
«Ahora que me estoy despidiendo, puesto que
ha llegado la hora en que estoy a punto de ir al Padre, me sorprende
que ninguno de vosotros me haya preguntado: ¿Por qué nos dejas? Sin
embargo, sé que os hacéis estas preguntas en vuestro corazón. Os hablaré
claramente, como un amigo a otro. Es realmente beneficioso para
vosotros que me vaya. Si no me voy, no podrá entrar en vuestro corazón
el nuevo maestro. Debo despojarme de este cuerpo mortal y ser restaurado
a mi sitio en lo alto, antes de que pueda enviar a este maestro
espiritual para que viva en vuestra alma y conduzca vuestro espíritu a
la verdad. Cuando mi espíritu llegue para moraros, iluminará la
diferencia entre el pecado y la rectitud y os permitirá juzgar
sabiamente en vuestro corazón sobre estos asuntos.
«Mucho aún tengo que deciros, pero vosotros
no podéis recibir más ahora. Pero cuando él, el Espíritu de la Verdad,
venga, finalmente os guiará a toda la verdad, a medida que paséis a
través de las muchas moradas en el universo de mi Padre.
«Este espíritu no hablará de sí mismo, pero
os declarará lo que el Padre ha revelado al Hijo, y aun os mostrará las
cosas por venir; me glorificará aun como yo he glorificado a mi Padre. Este espíritu sale
de mí, y revelará mi verdad a vosotros. Todo lo que el Padre tiene en
este dominio es ahora mío; por eso yo os dije que este nuevo maestro se
ocupará de lo que es mío y os lo revelará.
«Dentro de muy poco tiempo os dejaré por un
corto período. Después, cuando me veáis de nuevo, no será por mucho
tiempo, porque ya estaré camino de mi Padre».
Al pausar él por un momento, los apóstoles
comenzaron a hablar entre ellos: «¿Qué es lo que nos está diciendo?
`Dentro de muy poco tiempo os dejaré', y `cuando me veáis de nuevo no
será por mucho tiempo, porque estaré camino de mi Padre'. ¿Qué es lo que
quiere decir con este `poco tiempo' y `no por mucho tiempo'? No podemos
comprender lo que nos está diciendo».
Puesto que Jesús sabía que ellos se hacían
estas preguntas, dijo: «Os preguntáis unos a otros qué quise decir
cuando dije que dentro de muy poco ya no estaré con vosotros y que,
cuando me veáis nuevamente, estaré camino de mi Padre. Os he dicho
claramente que el Hijo del Hombre debe morir, pero que resucitará.
¿Acaso no podéis pues discernir el significado de mis palabras? Primero
tendréis pena, pero luego os regocijaréis con muchos que comprenderán
estas cosas después de que ocurran. La mujer sufre dolores y congojas en
la hora de su alumbramiento, pero al dar a luz a su niño, olvida
inmediatamente su angustia en el regocijo del conocimiento de que ha
nacido un hombre al mundo. Igualmente sufriréis vosotros pesares por mi
partida, pero yo os veré de nuevo muy pronto, y luego vuestra pena se
volverá regocijo, y os traerá a una nueva revelación de la salvación de
Dios, que ningún hombre podrá quitaros jamás. Y todos los mundos serán
benditos en esta misma revelación de la vida al efectuar el
derrumbamiento de la muerte. Hasta ahora habéis hecho todas vuestras
peticiones en nombre de mi Padre. Después de que me veáis nuevamente,
podréis también pedir en mi nombre, y yo os oiré.
«Aquí abajo os he enseñado en proverbios y
os he hablado en parábolas. Así lo hice, porque erais tan sólo niños en
el espíritu; pero está llegando el momento en el que os hablaré
claramente sobre el Padre y su reino. Y así lo haré, porque el Padre
mismo os ama y desea ser revelado más plenamente a vosotros. El hombre
mortal no puede ver al Padre espiritual; por eso vine yo al mundo para
mostrar al Padre a vuestros ojos del ser criado. Pero cuando vosotros os
hayáis perfeccionado en crecimiento espiritual, podréis ver entonces al
Padre mismo».
Cuando los once le oyeron hablar así, se
dijeron unos a otros: «He aquí que nos habla claramente. Con seguridad
el Maestro vino de Dios. Pero, ¿por qué dice que debe volver al Padre?»
Jesús vio que aun entonces no le comprendían. Estos once hombres no
podían liberarse de las ideas largamente acariciadas del concepto judío
del Mesías. Cuanto más plenamente creían en Jesús como el Mesías, más
problemáticas se tornaban estas nociones profundamente arraigadas de un
glorioso triunfo material del reino en la tierra.