Después de abandonar Judas tan abruptamente la mesa durante la última
cena, fue directamente a casa de su primo, y de allí los dos fueron
derecho a ver al capitán de los guardianes del templo. Judas le pidió al
capitán que reuniera a los guardianes y le informó de que estaba listo
para conducirlos a Jesús. Judas había aparecido en la escena un poco
antes de lo que se esperaba, hubo cierta demora en partir para la casa
de Marcos, donde Judas esperaba encontrar a Jesús aún en conversación
con los apóstoles. El Maestro y los once salieron de la casa de Elías
Marcos unos quince minutos antes de que llegaran el traidor y los
guardianes. Para cuando llegaron los guardias a la casa de Marcos, Jesús
y los once ya estaban fuera de los muros de la ciudad, camino al
campamento en el Oliveto.
Judas se perturbó mucho por no haber
encontrado a Jesús en la casa de Marcos y en compañía de los once, sólo
dos de los cuales estaban armados para defenderse. El sabía que, por la
tarde, cuando salieron del campamento, sólo Simón Pedro y Simón el
Zelote ceñían espadas; Judas esperaba apresar a Jesús mientras la ciudad
dormía, y había pocas posibilidades de resistencia. El traidor temía
que, si esperaba que ellos volvieran al campamento, allí se encontrarían
unos sesenta discípulos devotos; también sabía que Simón el Zelote
tenía en su posesión una buena cantidad de armas. Judas se estaba poniendo cada
vez más nervioso al meditar sobre cómo lo detestarían los once leales
apóstoles y temía que intentaran destruirlo. No sólo era él desleal,
sino que íntimamente era un verdadero cobarde.
Al no encontrar a Jesús en el aposento
superior, Judas pidió al capitán de los guardianes que regresaran al
templo. A esta altura los dirigentes habían empezado a reunirse en la
casa del sumo sacerdote, preparándose para recibir a Jesús, puesto que
habían acordado con el traidor que Jesús sería arrestado a la medianoche
de ese día. Judas explicó a sus asociados que habían llegado tarde para
encontrar a Jesús en la casa de Marcos, y que sería necesario ir a
Getsemaní para arrestarlo. El traidor siguió diciendo que más de sesenta
seguidores devotos estaban acampados con él, y que todos ellos estaban
bien armados. Los dirigentes de los judíos recordaron a Judas que Jesús
siempre había predicado la resistencia pasiva, pero Judas replicó que no
podían confiar en que todos los seguidores de Jesús obedecieran esta
enseñanza. Realmente temía por su vida, y por consiguiente se atrevió a
pedir una compañía de cuarenta soldados armados. Puesto que las
autoridades judías no contaban con una fuerza tan numerosa de hombres
armados bajo su jurisdicción, fueron inmediatamente a la fortaleza de
Antonia y pidieron al comandante romano que les diera esta compañía;
pero cuando él oyó que tenían la intención de arrestar a Jesús, se negó
inmediatamente a acceder a su solicitud y los refirió a su oficial
superior. Así pues pasó más de una hora en la que fueron ellos de una
autoridad a la otra hasta verse finalmente obligados a ir al mismo
Pilato para obtener el permiso de emplear soldados armados romanos. Era
tarde cuando llegaron a la casa de Pilato, y él ya se había retirado con
su mujer a sus aposentos privados. No quería tener nada que ver con
esta empresa, sobre todo porque su mujer le había pedido que no
concediera esta petición. Pero, como el presidente oficial del sanedrín
judío estaba presente para hacer una solicitud personal de ayuda, el
gobernador decidió que le convenía concederle lo que quería razonando
que, más adelante, podría él arreglar los posibles entuertos que acaso
ellos ocasionaran.
Por lo tanto, cuando Judas Iscariote salió
del templo, alrededor de media hora después de los once, iba acompañado
por más de sesenta personas: guardianes del templo, soldados romanos, y
siervos curiosos de los altos sacerdotes y de los líderes.