«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

jueves, 24 de abril de 2014

El juicio ante Pilato.

POCO después de las seis de la mañana de este viernes, 7 de abril del año 30 d. de J.C., Jesús fue llevado ante Pilato, el procurador romano que gobernaba Judea, Samaria e Idumea bajo la supervisión inmediata del legado de Siria. El Maestro fue llevado ante la presencia del gobernador romano por los guardias del templo, atado, y acompañado por unos cincuenta de sus acusadores, incluyendo el tribunal sanedrista (principalmente saduceo), Judas Iscariote, el sumo sacerdote Caifás, y el apóstol Juan. Anás no compareció ante Pilato.
     
Pilato estaba levantado y listo para recibir a este grupo de visitantes matutinos, pues había sido informado por los que habían conseguido su consentimiento, la noche anterior, para emplear soldados romanos en el arresto del Hijo del Hombre, de que Jesús sería traído ante su presencia temprano. Había sido arreglado que este juicio tuviera lugar frente al pretorio, una adición a la fortaleza de Antonia, donde Pilato y su mujer se hospedaban cuando estaban en Jerusalén.
      
Aunque Pilato dirigió gran parte del interrogatorio de Jesús dentro de las salas del pretorio, el juicio público fue celebrado afuera, sobre la escalinata que conducía a la entrada principal. Ésta fue una concesión a los judíos, que se negaban a entrar en un edificio gentil en el que tal vez se había usado levadura este día de preparación para la Pascua. Esa conducta los volvería, no solamente ceremonialmente impuros, impidiéndoles de este modo compartir la fiesta de acción de gracias de la tarde, sino que también deberían someterse a la ceremonia de purificación después de la caída del sol, antes de poder compartir la cena pascual.
      
Aunque a estos judíos no les remordía la conciencia por complotar para asesinar judicialmente a Jesús, eran sin embargo escrupulosos en cuanto a estos asuntos de limpieza ceremonial y regularidad tradicional. Y estos judíos no han sido los únicos en no llegar a reconocer las altas y santas obligaciones de naturaleza divina, mientras prestaban atención meticulosa a cosas de escasa importancia para el bienestar humano, tanto en el tiempo como en la eternidad.