«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

martes, 30 de octubre de 2012

En Gilboa y en la Decápolis.

PASARON los meses de septiembre y octubre en retiro en un campamento aislado sobre las laderas del Monte Gilboa. El mes de septiembre lo pasó Jesús a solas con sus apóstoles, enseñando e instruyéndolos en las verdades del reino.
      
Había varias razones por las cuales Jesús y sus apóstoles se habían aislado en este período en la frontera de Samaria y la Decápolis. Los líderes religiosos de Jerusalén eran muy antagonistas; Herodes Antipas aún retenía a Juan en la cárcel, temeroso tanto de ponerlo en libertad como de ajusticiarlo, y al mismo tiempo sospechaba que había una relación entre Juan y Jesús. En estas condiciones no era prudente planear una labor dinámica en Judea o en Galilea. Había una tercera razón: la tensión lentamente en aumento entre los líderes de los discípulos de Juan y los apóstoles de Jesús, que iba empeorando a medida que crecía el número de creyentes.
      
Jesús sabía que el período de trabajo preliminar de enseñanza y predicación ya estaba por terminar, que el paso siguiente sería el comienzo del esfuerzo pleno y final de su vida en la tierra, y no quería que el lanzamiento de esta empresa resultara de alguna manera difícil o embarazosa para Juan el Bautista. Jesús por consiguiente había decidido pasar cierto tiempo en aislamiento, preparando a sus apóstoles y luego trabajando discretamente en las ciudades de la Decápolis, hasta que Juan fuera ajusticiado o puesto en libertad para unirse a ellos en un esfuerzo conjunto.