EL MARTES, 3 de enero del año 30 d. de J.C., Abner, el ex jefe de
los doce apóstoles de Juan el Bautista, un nazareo, anteriormente jefe
de la escuela nazarea de En-Gedi, ahora jefe de los setenta mensajeros
del reino, reunió a sus asociados y les dio las instrucciones finales
antes de enviarlos en misión a todas las ciudades y aldeas de Perea.
Esta misión de Perea duró casi tres meses y fue el último ministerio del
Maestro. Jesús pasó directamente de esta labor a Jerusalén para vivir
su experiencia final en la carne. Los setenta, ayudados por la labor
periódica de Jesús y de los doce apóstoles, trabajaron en las siguientes
ciudades y aldeas, además de unas cincuenta aldeas adicionales: Zafón,
Gadara, Macad, Arbela, Ramat, Edrei, Bosora, Caspin, Mispé, Gérasa,
Ragaba, Sucot, Amatus, Adam, Penuel, Capitolias, Dion, Hatita, Gada,
Filadelfia, Jogbeha, Galaad, Bet-Nimra, Tiro, Eleale, Livias, Hesbón,
Callirhue, Bet-Peor, Sitim, Sibma, Medeba, Bet-Meón, Areópolis y Aroer.
Durante toda esta gira en Perea, el cuerpo
de mujeres, que ya contaba con sesenta y dos miembros, se hizo cargo de
la mayor parte de la tarea de ministrar a los enfermos. Este fue el
período final del desarrollo de los aspectos espirituales más elevados
del evangelio del reino, y por lo tanto, no hubo milagros. En ninguna
otra parte de Palestina trabajaron los apóstoles y discípulos de Jesús
tan a fondo, y en ninguna otra región aceptaron en forma tan general los
mejores grupos de ciudadanos las enseñanzas del Maestro.
En esta época, la población de Perea era
aproximadamente mitad gentil y mitad judía, porque en general los judíos
habían sido desalojados de estas regiones durante los tiempos de Judas
Macabeo. Perea era la provincia más bella y pintoresca de toda
Palestina. Los judíos se referían en general a ella como «las tierras
más allá del Jordán».
Durante este período, Jesús repartió su
tiempo entre el campamento de Pella y giras realizadas con los doce para
ayudar a los setenta en las diversas ciudades en las que éstos
enseñaban y predicaban. Bajo la dirección de Abner, los setenta
bautizaban a los creyentes a pesar de que Jesús no les había encargado
que lo hicieran.