Aunque la mayoría de los palestinos comían sólo
dos comidas al día, era costumbre de Jesús y los apóstoles, cuando
viajaban, pausar al mediodía para descansar y disfrutar de un
refrigerio. Así pues, en una de estas paradas del mediodía, camino a
Filadelfia, Tomás le preguntó a Jesús: «Maestro, después de haber
escuchado tus palabras mientras viajábamos esta mañana, me gustaría
preguntar si los seres espirituales tienen que ver con la producción de
acontecimientos extraños y extraordinarios en el mundo material y
además, si los ángeles y otros seres espirituales son capaces de
prevenir accidentes».
En respuesta a la pregunta de Tomás, Jesús
dijo: «¡Hace tanto tiempo que estoy con vosotros y sin embargo
continuáis haciéndome estas preguntas! ¿Acaso no habéis observado que el
Hijo del Hombre vive como uno de vosotros y repetidamente se niega a
emplear las fuerzas del cielo para su satisfacción personal? ¿Acaso no
vivimos todos de la misma manera en que existen los hombres? ¿Veis acaso
el poder del mundo espiritual manifestado en la vida material de este
mundo, excepto en la revelación del Padre y la curación esporádica de
sus hijos afligidos?
«Demasiado tiempo creyeron vuestros
antepasados que la prosperidad era un signo de aprobación divina; las
adversidades, manifestaciones de la ira de Dios. Yo declaro que estas
creencias son supersticiones. ¿Acaso no observáis que los pobres reciben
con regocijo y en mucho mayor número el evangelio y entran
inmediatamente al reino? Si la riqueza es prueba del poder divino ¿por
qué se niegan los ricos tan frecuentemente a creer en esta buena nueva
del cielo?
«El Padre hace caer su lluvia sobre el
justo y el injusto; el sol del mismo modo brilla sobre el recto y el que
no lo es. Vosotros sabéis de aquellos galileos cuya sangre Pilato
mezcló con los sacrificios, pero yo os digo que esos galileos no eran de
ninguna manera más pecadores que sus semejantes sólo porque les sucedió
esto. También sabéis de los dieciocho hombres sobre los que cayó la
torre de Siloé, matándolos a todos. No penséis que estos hombres así
destruidos eran más pecadores que todos sus hermanos en Jerusalén. Estos
seres fueron simplemente víctimas inocentes de uno de los accidentes
temporales.
«Existen tres tipos de acontecimientos que pueden ocurrir en vuestras vidas:
« 1.
Podéis compartir de aquellos acontecimientos normales que son parte de
la vida que vivís vosotros y vuestros semejantes en la tierra.
« 2. Podéis por casualidad caer víctimas de
uno de los accidentes de la naturaleza, o de uno de los infortunios de
los hombres, sabiendo plenamente que estos sucesos no están de ninguna
manera predeterminados ni son por otra parte producidos por fuerzas
espirituales.
« 3.
Podéis cosechar los frutos de vuestros esfuerzos directos por cumplir con las leyes naturales que gobiernan el mundo.»
«Hubo cierto hombre que plantó una higuera
en su patio, y después de ir muchas veces a la higuera buscando frutos y
al no haber encontrado ninguno, llamó a los viñateros ante su presencia
y dijo: `He aquí que he venido por estas tres temporadas buscando
frutos en esta higuera y no he encontrado ninguno. Derribad este árbol
estéril; ¿por qué tiene que estar aquí ocupando lugar?' El jardinero en
jefe respondió a su amo: `Déjalo tranquilo por un año más para que yo
pueda cavar alrededor de él y darle fertilizante, y luego el año que
viene, si no produce frutos, lo cortaremos'. Así pues, cuando cumplieron
ellos con las leyes de la fecundidad, puesto que el árbol estaba vivo y
en buen estado, fueron recompensados con una cosecha abundante.
«En el asunto de la enfermedad y de la
salud, debéis saber que los dos estados corporales son resultado de
causas materiales; la salud no es la sonrisa del cielo ni es la
aflicción, la ira de Dios.
«Los hijos humanos del Padre tienen igual
capacidad para recibir las bendiciones materiales; por lo tanto, él dona
las cosas físicas a los hijos de los hombres sin discriminación. Cuando
se trata de los dones espirituales, el Padre se limita a la capacidad
que el hombre tiene para recibir estos dones divinos. Aunque el Padre no
hace acepción de personas, en su entrega de los dones espirituales está
limitado por la fe del hombre y por el deseo de éste de acatar siempre
la voluntad del Padre».
Mientras viajaban a Filadelfia, Jesús
continuó enseñándoles y respondiendo a sus preguntas sobre los
accidentes, la enfermedad y los milagros, pero no podían comprender
plenamente su instrucción. Una hora de enseñanza no podrá cambiar
completamente las creencias de una vida entera, de manera que Jesús
halló necesario reiterar su mensaje para decir una y otra vez lo que él
deseaba que ellos comprendieran; y aun así, no llegaron a comprender el
significado de su misión terrenal hasta después de su muerte y
resurrección.