«Esta noche tengo mucho que deciros, y puesto que muchos entre vosotros sois mis discípulos y algunos entre vosotros, mis amargos enemigos, presentaré mis enseñanzas en una parábola para que cada uno de vosotros tome de ella lo que encuentre acogida en su corazón.
«Esta noche, hay ante mí hombres que serían capaces de morir por mí y por el evangelio del reino, y algunos de entre ellos así lo harán en años venideros; y hay aquí también algunos entre vosotros, esclavos de la tradición, que me habéis seguido desde Jerusalén, y que, con vuestros líderes tenebrosos e ilusos, queréis matar al Hijo del Hombre. La vida que ahora vivo en la carne a ambos os juzgará, a los buenos pastores y a los falsos pastores. Si los falsos pastores fueran ciegos, no tendrían pecado; mas vosotros afirmáis que veis; vosotros profesáis ser maestros en Israel; por eso, vuestro pecado permanecerá en vosotros.
«El buen pastor junta su rebaño en el redil por la noche en tiempos de peligro. Y cuando llega la mañana, entra en el corral por la puerta, y cuando llama, las ovejas conocen su voz. Pero el pastor que entra al corral por otros medios y no por la puerta, es un ladrón y un salteador. El buen pastor entra al corral después que el portero le abre la puerta, y su rebaño, conociendo su voz, sale cuando llama; y cuando ha sacado afuera todas sus ovejas, el buen pastor va
delante de ellas; las conduce y las ovejas le siguen. Sus ovejas le siguen porque conocen su voz; no seguirían a un extraño. Huirán de un extraño porque no conocen su voz. Esta multitud que está aquí reunida a nuestro alrededor es como el rebaño sin pastor, pero cuando les hablamos ellos conocen la voz del pastor, y nos seguirán; por lo menos, los que tienen hambre de verdad y sed de rectitud lo harán. Algunos entre vosotros no sois de mi redil; no conocéis mi voz y no me seguiréis. Puesto que sois pastores falsos, las ovejas no conocen vuestra voz y no os seguirán».
Cuando hubo Jesús dicho esta parábola, nadie preguntó nada. Después de un tiempo nuevamente comenzó a hablar, siguiendo la conversación sobre la parábola:
«Si vosotros queréis ser los ayudantes del pastor de los rebaños de mi Padre, debéis ser, no solamente líderes meritorios, sino que también debéis alimentar al rebaño con buena comida; no sois buenos pastores a menos que conduzcáis vuestro rebaño a los pastos verdes junto a las aguas calmas.
«Ahora bien, por miedo a que algunos entre vosotros comprendan demasiado fácilmente esta parábola, yo os declaro que soy a la vez la puerta del corral del Padre y el buen pastor de los rebaños de mi Padre. Todo pastor que busca entrar al corral sin mí fracasará, y las ovejas no oirán su voz. Yo, con los que ministran conmigo, soy la puerta. Toda alma que entre al camino eterno por los medios que yo he creado y ordenado, será salvada y podrá proseguir hasta llegar a los pastos eternos del Paraíso.
«Pero también soy yo el pastor verdadero que hasta es capaz de dar su vida por el rebaño. El ladrón se mete en el corral sólo para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que podáis tener vida y tenerla más abundantemente. El asalariado huye ante el peligro, y deja que las ovejas se dispersen y sean destruidas; pero el pastor verdadero no huye cuando viene el lobo; protege su rebaño, y si hace falta, da su vida por sus ovejas. De cierto, de cierto os digo, amigos y enemigos, yo soy el pastor verdadero; yo conozco a los míos y los míos me conocen a mí. No huiré frente al peligro. Completaré este servicio hasta que la voluntad de mi Padre sea hecha, y no abandonaré al rebaño que el Padre ha confiado a mis cuidados.
«Pero tengo muchas otras ovejas que no son de este redil, y estas palabras son verdaderas no sólo para este mundo. Estas otras ovejas también oyen y reconocen mi voz, y yo he prometido al Padre que todas serán conducidas a un mismo rebaño, a una sola hermandad de los hijos de Dios. Entonces todos vosotros conoceréis la voz de un solo pastor, el pastor verdadero, y todos reconocerán la paternidad de Dios.
«Así pues sabréis por qué el Padre me ama y ha puesto en mis manos todos sus rebaños de este dominio para que los cuide; es porque el Padre sabe que yo no dejaré de proteger mi rebaño ni abandonaré mis ovejas y que, si hace falta, no vacilaré en dar mi vida al servicio de sus muchos rebaños. Pero, recordad, que si doy mi vida, la tomaré de nuevo. Ningún hombre, ni ninguna otra criatura puede quitarme la vida. Tengo el derecho y el poder de dar mi vida, y tengo igual derecho y poder para tomarla nuevamente. Vosotros no podéis comprender esto, pero yo recibí esta autoridad de mi Padre, aun antes de que existiera este mundo».
Cuando oyeron estas palabras, sus apóstoles quedaron confundidos, sus discípulos estaban asombrados, mientras que los fariseos de Jerusalén y de los alrededores salieron en la noche diciendo: «Está fuera de sí o poseído por un diablo». Pero aun algunos de los maestros de Jerusalén dijeron: «Habla como quien tiene autoridad; además, ¿quién ha visto a uno poseído por un diablo abrir los ojos de un hombre que nació ciego y hacer todas las cosas maravillosas que este hombre ha hecho?»
Al día siguiente cerca de la mitad de estos maestros judíos profesaron su creencia en Jesús, y la otra mitad retornó espantada a Jerusalén y a sus hogares.