Jesús y los doce estaban yendo a visitar a Abner y a sus asociados,
quienes predicaban y enseñaban en Filadelfia. De todas las ciudades de
Perea, Filadelfia fue la que tuvo el grupo más grande de judíos y
gentiles, ricos y pobres, sabios e ignorantes, que aceptaron las
enseñanzas de los setenta, habiendo entrado así al reino del cielo. La
sinagoga de Filadelfia no se sometió nunca a la supervisión del sanedrín
de Jerusalén, por lo tanto no había cerrado nunca sus puertas a las
enseñanzas de Jesús y sus asociados. Por esta época, Abner enseñaba tres
veces por día en la sinagoga de Filadelfia.
Esta misma sinagoga se convirtió más tarde
en una iglesia cristiana y fue el centro misionero para la promulgación
del evangelio en las regiones orientales. Por mucho tiempo fue la
ciudadela de las enseñanzas del Maestro y erigiéndose durante siglos en
esta región como el único centro del conocimiento cristiano.
Los judíos de Jerusalén siempre habían
tenido problemas con los judíos de Filadelfia. Y después de la muerte y
resurrección de Jesús, la iglesia de Jerusalén, de la cual era jefe
Santiago, el hermano del Señor, empezó a tener dificultades graves con
la congregación de creyentes de Filadelfia. Abner se convirtió en jefe
de la iglesia de Filadelfia, continuando en esa posición hasta su
muerte. Esta alienación de Jerusalén explica por qué nada se menciona
sobre Abner y su trabajo en las narraciones evangélicas del Nuevo
Testamento. Esta disputa entre Jerusalén y Filadelfia duró a través de
los tiempos de Santiago y Abner y continuó cierto tiempo después de la
destrucción de Jerusalén. Filadelfia fue, en verdad, el centro de la
iglesia primitiva en el sur y en el este, así como Antioquía lo fue en
el norte y oeste.
Fue aparentemente desafortunado para Abner,
estar en desacuerdo con todos los líderes de la iglesia cristiana
primitiva. Tuvo desavenencias con Pedro y Santiago (el hermano de Jesús)
sobre cuestiones de administración y de la jurisdicción de la iglesia
de Jerusalén; estuvo en desacuerdo con Pablo sobre cuestiones de
filosofía y teología. Abner era más babilónico que helenista en su
filosofía, y se resistió tozudamente a todos los intentos de Pablo por
rehacer las enseñanzas de Jesús para presentar, en primer término a los
judíos y luego a los creyentes grecorromanos de los misterios, menos
elementos ofensivos.
Así, estuvo Abner obligado a vivir una vida
de aislamiento. Era jefe de una iglesia no reconocida por Jerusalén. Se
había atrevido a desafiar a Santiago, el hermano del Señor, quien
posteriormente tuvo el apoyo de Pedro. Esta conducta lo aisló
efectivamente de todos sus asociados anteriores. Además, se atrevió a
resistirse a Pablo. Aunque estaba totalmente de acuerdo con la misión de
Pablo entre los gentiles, y aunque lo apoyaba en sus disputas con la
iglesia de Jerusalén, estuvo amargamente opuesto a la versión de las
enseñanzas de Jesús que Pablo eligió predicar. En sus últimos años,
Abner denunció a Pablo como el «sagaz corruptor de las enseñanzas de la
vida de Jesús de Nazaret, el Hijo del Dios viviente».
Durante los últimos años de Abner y por
cierto tiempo después, los creyentes de Filadelfia se acogieron más
estrictamente a la religión de Jesús, tal como la había vivido y
enseñado, que cualquier otro grupo sobre la tierra.
Abner vivió hasta los 89 años de edad,
habiendo muerto en Filadelfia el 21 de noviembre del año 74 d. de J.C.
Hasta el fin, fue un creyente fiel del evangelio del reino celestial e
instructor del mismo.