«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

sábado, 23 de febrero de 2013

De vuelta en Betsaida.

El jueves por la mañana, antes del amanecer, echaron ancla cerca de la casa de Zebedeo y fueron a dormir hasta alrededor del mediodía. Andrés fue el primero en levantarse y, yéndose a caminar junto al mar, encontró a Jesús en compañía del muchacho mandadero, sentado en una piedra al borde del agua. Mientras muchos seguidores y jóvenes evangelistas buscaban a Jesús toda esa noche y buena parte del día siguiente por las colinas orientales, poco después de la medianoche él y el mancebo Marcos habían partido, caminando alrededor del lago y cruzando el río, de vuelta a Betsaida. 

De los cinco mil que habían sido milagrosamente alimentados y que, con el estómago lleno y el corazón vacío, habían querido proclamarlo rey, sólo unos quinientos persistieron en seguirlo. Pero antes de que éstos recibieran noticia de que él estaba de vuelta en Betsaida, Jesús pidió a Andrés que congregara a los doce apóstoles y a sus asociados, incluyendo las mujeres, diciendo: «Deseo hablarles». Y cuando todos estuvieron atentos, Jesús dijo:
      
«¿Hasta cuándo tendré que teneros paciencia? Es que sois todos débiles de comprensión espiritual y deficientes en fe viviente? Todos estos meses os he enseñado las verdades del reino, sin embargo os dejáis dominar por motivos materiales y no por consideraciones espirituales. ¿Es que no habéis leído siquiera en las Escrituras, allí donde Moisés exhorta a los hijos descreídos de Israel, diciendo: `No temáis, estad firmes y ved la salvación del Señor'? Dijo el cantor: `Confiad en el Señor'. `Sé paciente, aguarda al Señor, ten ánimo. Él fortalecerá tu corazón'. `Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará. Confiad en él en todo tiempo y derramad delante de él vuestro corazón, porque Dios es vuestro refugio'. `El que habita en el lugar secreto del Altísimo, morará bajo la sombra del Todopoderoso'. `Mejor es confiar en el Señor que confiar en los príncipes humanos'.
      
«¿No veis acaso que el producir milagros y el hacer prodigios materiales no ganan almas para el reino espiritual? Nosotros saciamos a la multitud, pero eso no los condujo a tener hambre por el pan de la vida ni sed por las aguas de la rectitud espiritual. Cuando su hambre fue saciada, no buscaron entrar en el reino del cielo, sino más bien quisieron proclamar rey al Hijo del Hombre, a la manera de los reyes de este mundo, sólo porque quieren seguir comiendo pan sin tener que ganárselo con el sudor de la frente. Y todo esto, en lo que muchos entre vosotros participasteis en mayor o menor grado, nada hace por revelar el Padre celestial o por adelantar su reino en la tierra. ¿Acaso no tenemos suficientes enemigos entre los líderes religiosos del país sin necesidad de enemistarnos también con los potentados civiles por nuestras acciones? Oro porque mi Padre unja vuestros ojos para que podáis ver y abra vuestros oídos para que podáis oír, para que lleguéis a tener fe plena en el evangelio que os he enseñado».
     
Jesús anunció luego que deseaba retirarse por unos días para descansar con sus apóstoles, antes de aprontarse para ir a Jerusalén para la Pascua, y prohibió a los discípulos y a la multitud que lo siguieran. Así pues, se embarcaron a la región de Genesaret para reposar y dormir. Jesús se estaba preparando para la gran crisis de su vida en la tierra, y por lo tanto pasó mucho tiempo en comunión con su Padre en el cielo.
     
La nueva de la comida a los cinco mil y del intento de coronar a Jesús despertó gran curiosidad y aumentó el temor de los líderes religiosos y de los gobernantes civiles a lo largo y a lo ancho de Galilea y Judea. Aunque este gran milagro nada hizo en pos del adelanto del evangelio del reino en las almas de los creyentes con predilecciones para los bienes materiales y con reservas, sirvió el propósito de poner fin a las ansias de milagros y pretensiones regias de la familia inmediata de Jesús o sea sus apóstoles y discípulos más íntimos. Este episodio espectacular puso fin a la primera etapa de enseñanza, entrenamiento y curación, preparando así el camino para la inauguración de este último año de proclamación de las fases más altas y más espirituales del nuevo evangelio del reino: filiación divina, libertad espiritual y salvación eterna.