«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

viernes, 18 de abril de 2014

Ante el tribunal del Sanedrín.

CIERTOS representantes de Anás habían instruido en secreto al capitán de los soldados romanos que trajera a Jesús al palacio de Anás inmediatamente después de arrestarlo. El sumo sacerdote emérito deseaba mantener su prestigio como autoridad eclesiástica máxima de los judíos. También tenía otro objeto al retener a Jesús en su casa durante varias horas, y ése era que se necesitaba tiempo para convocar legalmente el tribunal del sanedrín. No era legal convocar el tribunal del sanedrín antes de la hora de la ofrenda del sacrificio matutino en el templo, y este sacrificio se hacía a eso de las tres de la mañana.

    
Anás sabía que un tribunal de sanedristas estaba esperando en el palacio de su yerno, Caifás. Unos treinta miembros del sanedrín se habían reunido en la casa del sumo sacerdote a la medianoche para estar listos a enjuiciar a Jesús cuando éste fuera traído ante ellos. Sólo se habían reunido aquellos miembros que estaban fuerte y abiertamente opuestos a Jesús y a sus enseñanzas puesto que tan sólo se requerían veintitrés para constituir una corte de juicio.
      
Jesús pasó alrededor de tres horas en el palacio de Anás en el monte Oliveto no lejos del jardín de Getsemaní, donde fue arrestado. Juan Zebedeo estaba libre y a salvo en el palacio de Anás no sólo por la protección del capitán romano, sino también porque él y su hermano Santiago eran bien conocidos por los criados más antiguos puesto que habían sido muchas veces huéspedes en el palacio, ya que el ex sumo sacerdote era un pariente lejano de su madre, Salomé.