«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

martes, 1 de abril de 2014

La enemistad del mundo.

Los once apenas si habían cesado sus discusiones sobre el discurso de la vid y de las ramas, cuando el Maestro, indicando que deseaba hablarles ulteriormente y sabiendo que le quedaba poco tiempo, dijo: «Cuando os haya dejado, no os desalentéis por la enemistad del mundo. No os deprimáis cuando aun los creyentes de corazón débil se vuelvan contra vosotros y se alíen con los enemigos del reino. Si el mundo os odia, debéis recordar que me odió a mí aun antes de odiaros a vosotros. Si fuerais de este mundo, entonces amaría el mundo a los suyos, pero porque no lo sois, el mundo se niega a amaros. Vosotros sois en este mundo, pero vuestra vida no debe ser mundana. Os he elegido en el mundo para representar el espíritu de otro mundo aun en este mundo en el cual vosotros habéis sido elegidos. Pero recordad siempre las palabras que os he hablado: El siervo no es más grande que su amo. Si se atreven a perseguirme, también os perseguirán a vosotros. Si mis palabras ofenden a los descreídos, así también vuestras palabras ofenderán a los impios. Y todo esto os harán a vosotros porque no creen en mí ni en Aquél que me envió; sufriréis mucho por mi evangelio; pero cuando sufráis estas tribulaciones, debéis recordar que yo también sufrí antes que vosotros por este evangelio del reino celestial.
     
«Muchos de los que os atacarán son ignorantes de la luz del cielo, pero esto no es verdad de algunos que ahora nos persiguen. Si no les hubiésemos enseñado la verdad, podrían hacer muchas cosas extrañas sin ser condenados, pero ahora, puesto que han conocido la luz y han tenido la presunción de rechazarla, no hay excusa para su actitud. El que me odie a mí, odia a mi Padre. No puede ser de otra manera; la luz que os salva si aceptada, tan sólo puede condenaros si de sabiendas es rechazada. ¿Qué les he hecho yo a estos hombres para que me odien con un odio tan terrible? Nada, excepto ofrecerles hermandad en la tierra y salvación en el cielo. Pero acaso no habéis leído en las Escrituras el dicho: `Y me odiaron sin causa'?
      
«Pero no os dejaré solos en el mundo. Muy pronto, después que me haya ido, os enviaré un ayudante espiritual. Tendréis con vosotros al que tomará mi lugar entre vosotros, el que continuará enseñando el camino de la verdad, y que aun os consolará.
      
«Que no se turbe vuestro corazón. Vosotros creéis en Dios; continuad creyendo también en mí. Aunque os debo dejar, no estaré lejos de vosotros. Ya os he dicho que en el universo de mi Padre hay muchos sitios de estadía. Si esto no fuera verdad, no os habría hablado repetidamente de ellos. Yo volveré a estos mundos de luz, estaciones en el cielo del Padre a las que vosotros algún día ascenderéis. Desde estos lugares he venido a este mundo, y ahora ha llegado el momento en que debo regresar a la obra de mi Padre en las esferas en lo alto.
      
«Si así voy yo antes que vosotros al reino celestial de mi Padre, del mismo modo con certeza enviaré a buscaros para que podáis estar conmigo en los sitios que fueron preparados para los hijos mortales de Dios antes de que existiera este mundo. Aunque debo dejaros, estaré presente con vosotros en espíritu, y finalmente vosotros estaréis conmigo en persona cuando hayáis ascendido a mí en mi universo aun como yo estoy a punto de ascender a mi Padre en su universo más grande. Lo que os he dicho es verdad y es sempiterno, aunque no podáis comprenderlo plenamente. Yo voy al Padre, y aunque vosotros no podéis seguirme, con certeza me seguiréis en las eras venideras».
      
Cuando Jesús se sentó, Tomás se puso de pie y dijo: «Maestro, no sabemos adónde vas; por lo tanto, naturalmente, no conocemos el camino. Pero te seguiremos esta misma noche si tú nos muestras el camino».
     
Cuando Jesús escuchó a Tomás, contestó: «Tomás, yo soy el camino, la verdad y la vida. Ningún hombre va al Padre excepto a través de mí. Todos los que encuentran al Padre, primero me encuentran a mí. Si vosotros me conocéis, conocéis el camino al Padre. Y me conocéis, porque habéis vivido conmigo y ahora me veis».
      
Pero esta enseñanza era demasiado profunda para muchos de los apóstoles, especialmente para Felipe quien, después de hablar unas palabras con Natanael, se levantó y dijo: «Maestro, muéstranos al Padre, y todo lo que nos has dicho se aclarará».
      
Y cuando Felipe habló así, Jesús dijo: «Felipe, ¡por tanto tiempo he estado contigo y sin embargo tú ahora aun no me conoces! Nuevamente declaro: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo puedes tú pues decir: muéstranos al Padre? ¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre y el Padre esta en mí? ¿Acaso no os he enseñado que las palabras que os hablo no son mis palabras, sino las palabras del Padre? Yo hablo por el Padre y no de mí mismo. Estoy en este mundo para hacer la voluntad del Padre, y eso he hecho. Mi Padre permanece en mí y trabaja a través de mí. Creedme cuando os dijo que el Padre está en mí, y que yo estoy en el Padre, o si no, creedme por lo menos por la vida que he vivido —por mi obra»
      
Mientras el Maestro se apartaba para refrescarse con agua, los once comenzaron una acalorada discusión sobre estas enseñanzas, y Pedro estaba empezando a pronunciar un largo discurso cuando Jesús volvió y les indicó que se sentaran.