Mientras os dedicáis a la obtención de las
realidades eternas, debéis también disponer para las necesidades de la
vida temporal. Aunque el espíritu sea nuestra meta, la carne es un
hecho. Ocasionalmente, puede que lo necesario para vivir caiga en
nuestras manos por casualidad, pero en general, debemos trabajar con
inteligencia para conseguirlo. Los dos problemas principales de la vida
son: ganarse la vida temporal y obtener la supervivencia eterna. Aun el
problema de ganarse la vida necesita de la religión para su solución
ideal. Estos dos problemas son altamente personales. La verdadera
religión, de hecho, no funciona separada del individuo.
Los factores esenciales de la vida temporal, tal como yo los veo, son:
1. La buena salud.
2.
El pensamiento claro y limpio.
3.
La habilidad y la pericia.
4.
La riqueza —las posesiones de la vida.
5.
La habilidad para soportar la derrota.
6.
La cultura —la educación y la sabiduría.
Aun los problemas físicos de la salud del
cuerpo y de su eficiencia se solucionan de la mejor manera cuando se los
considera desde el punto de vista religioso de las enseñanzas de
nuestro Maestro: que el cuerpo y la mente del hombre son la morada del
don de los dioses, el espíritu de Dios que llega a ser el espíritu del
hombre. Así pues, la mente del hombre se vuelve la mediadora entre las
cosas materiales y las realidades espirituales.
Se requiere inteligencia para garantizarse
uno mismo una porción de las cosas deseables en la vida. Es totalmente
erróneo suponer que la fidelidad al propio trabajo diario asegura las
recompensas de la riqueza. Aparte de la adquisición ocasional y
accidental de la riqueza, las recompensas materiales de la vida temporal
fluyen en ciertos canales bien organizados, y sólo los que tienen
acceso a estos canales pueden esperar ser bien recompensados por sus
esfuerzos temporales. La pobreza será por siempre el destino de los
hombres que buscan la riqueza en canales aislados e individuales. Por
consiguiente, el planeamiento sabio se torna el elemento esencial para
llegar a la prosperidad en el mundo. El éxito requiere, no solamente
devoción al propio trabajo, sino también funcionar como parte de uno de
los canales de la riqueza material. Si no eres sabio, puedes entregar
una vida de dedicación a tu generación, sin obtener recompensa material;
si eres un beneficiario accidental de la corriente de la riqueza,
podrás nadar en lujo aunque no hayas hecho nada valioso para tus
semejantes.
La habilidad es lo que heredas, mientras
que la pericia es lo que adquieres. La vida no es real para el que no
sepa hacer bien —expertamente— por lo menos una cosa. La pericia es una
de las fuentes reales de satisfacción en la vida. La habilidad implica
el don de la prudencia, de tener una visión futurista. No te dejes
engañar por las recompensas tentadoras de las empresas deshonestas; está
dispuesto a trabajar en pos de las recompensas futuras, inherentes en
la conducta honesta. El hombre sabio es capaz de distinguir entre los
medios y los fines; pues, a veces el excesivo planeamiento del futuro
resulta contraproducente. Un buscador de los placeres como tú eres,
debes tratar siempre de ser tanto productor como consumidor.
Entrena tu memoria para mantener en
fideicomiso sagrado los episodios vigorizantes y valiosos de la vida
para que puedas recordarlos, cuando querrás, para tu placer y
edificación. De esta manera construye en ti y para ti galerías donde
tienes en reserva belleza, bondad y grandeza artística. Pero el recuerdo
más noble de todos es la evocación atesorada de los grandes momentos de
una amistad sin par. Todos estos tesoros de la memoria irradian sus más
preciosas y exaltadoras influencias bajo el toque liberador de la
adoración espiritual.
Pero la vida será una carga pesada a menos
que aprendas a enfrentar los fracasos con donaire. Es un arte aceptar
las derrotas, y las almas nobles siempre lo adquieren; debes saber cómo
perder, sin perder el ánimo; no debes temer el desencanto. No vaciles
jamás en admitir el fracaso. No intentes ocultar el fracaso bajo
sonrisas engañosas y falso optimismo. Suena bien pretender tener siempre
éxito, pero los resultados finales son desastrosos. Tal técnica conduce
directamente a la creación de un mundo de irrealidad y al choque
inevitable del desencanto final.
El éxito puede generar valor y promover
confianza, pero la sabiduría sólo proviene de las experiencias del
ajuste al resultado de los propios fracasos. Los hombres que prefieren
las ilusiones optimistas a la realidad, jamás podrán ser sabios. Sólo
los que se enfrentan con los hechos y los adaptan a los ideales pueden
llegar a la sabiduría. La sabiduría abraza tanto el hecho como el ideal y
por consiguiente salva a sus devotos de esos extremos estériles de la
filosofía — al hombre cuyo idealismo excluye los hechos y al
materialista que está vacío de visión espiritual. Esas almas tímidas que
sólo pueden mantener la lucha de la vida mediante las continuadas
ilusiones falsas del éxito están destinadas a sufrir el fracaso y experimentar la derrota cuando finalmente despierten del mundo de ensueño de su propia imaginación.
En este asunto de enfrentarse con el
fracaso y adaptarse a la derrota es donde la visión de largo alcance de
la religión ejerce su influencia suprema. El fracaso es simplemente un
episodio educacional —un experimento cultural en la adquisición de la
sabiduría— en la experiencia del hombre que busca a Dios, embarcado en
la aventura eterna de la exploración de un universo. Para esos hombres,
la derrota no es sino un medio nuevo para el alcance de niveles más
altos de la realidad universal.
La carrera del hombre que busca a Dios
puede ser triunfal a la luz de la eternidad, aunque toda su vida
temporal parezca un fracaso completo, siempre y cuando cada uno de sus
fracasos durante la vida haya producido la cultura de la sabiduría y el
alcance del espíritu. No cometas el error de confundir el conocimiento,
la cultura y la sabiduría. Están relacionados en la vida, pero
representan valores espirituales vastamente diferentes; la sabiduría por
siempre domina al conocimiento y para siempre glorifica la cultura.