Este miércoles por la tarde, durante su discurso, Jesús primero
relató a sus seguidores la historia del lirio blanco que levanta su pura
cabeza nevada hacia el sol mientras que sus raíces están metidas en el
lodo y el barro del suelo tenebroso.
«Del mismo modo», dijo él, «el hombre mortal,
aunque tenga las raíces de su origen y ser en el suelo animal de la
naturaleza humana, puede, por la fe, elevar su naturaleza espiritual al
sol de la verdad celestial y dar realmente los nobles frutos del
espíritu».
En el curso de este mismo sermón Jesús
utilizó la primera y única parábola que tenía que ver con su propio
oficio —la carpintería. Al advertir que es necesario «establecer buenos
cimientos para el crecimiento de un carácter noble con dotes
espirituales», él dijo: «Para dar frutos del espíritu, debéis haber
nacido del espíritu. Debéis ser enseñados por el espíritu y ser
conducidos por el espíritu si queréis vivir una vida llena de espíritu
entre vuestros semejantes. Pero no cometáis el error del tonto
carpintero que pierde tiempo valioso encuadrando, midiendo y cepillando
su madera carcomida por los gusanos e interiormente podrida y luego,
después de haber puesto tanto de su trabajo en esta viga inútil, tiene
que rechazarla puesto que no es adecuada para los cimientos del edificio
que va a construir, el cual debe ser capaz de resistir los embates del
tiempo y las tormentas. Que todo hombre se asegure de que los cimientos
intelectuales y morales de su carácter tengan la fuerza necesaria para
aguantar adecuadamente la superestructura de la naturaleza espiritual
ennobleciente y en expansión, la cual transformará a la mente mortal y
luego, en asociación con esa mente recreada, alcanzará el desarrollo del
alma de destino inmortal. Vuestra naturaleza espiritual —el alma
conjuntamente creada— es un crecimiento viviente, pero la mente y los
sentimientos morales del individuo constituyen la tierra de la cual han
de brotar estas manifestaciones más elevadas del desarrollo humano y del
destino divino. El suelo del alma en desarrollo es humano y material,
pero el destino de esta criatura combinada de mente y espíritu, es
espiritual y divino».
Por la tarde de este mismo día, Natanael
preguntó a Jesús: «Maestro, ¿por qué oramos a Dios para que no nos
conduzca a la tentación, si bien sabemos por tu revelación del Padre que
él nunca hace tales cosas?» Jesús le contestó a Natanael:
«No es extraño que hagas estas preguntas,
puesto que estás comenzando a conocer al Padre así como yo lo conozco, y
no como los profetas hebreos tan nebulosamente le veían. Bien sabes que
nuestros antepasados estaban dispuestos a ver a Dios en casi todas las
cosas que sucedían. Buscaban la mano de Dios en todas los
acontecimientos naturales y en cada episodio poco común de la
experiencia humana. Relacionaban a Dios tanto con el bien como con el
mal. Pensaban que había ablandado el corazón de Moisés y endurecido el
corazón del faraón. Si el hombre sentía un fuerte impulso por hacer
algo, bueno o malo que fuera, tenía por costumbre considerar estas
emociones inusitadas diciendo: `el Señor me habló y me dijo, haz esto y
aquello, o ve aquí o allí'. Así pues, ya que los hombres tan a menudo y
tan violentamente caen en la tentación, se tornó costumbre de nuestros
antepasados creer que Dios los conducía a la tentación para probarlos,
castigarlos o fortalecerlos. Pero ya sabes que no es así. Sabes que los
hombres demasiado frecuentemente son conducidos a la tentación por el
ímpetu de su propio egoísmo y los impulsos de su naturaleza animal.
Cuando seas tentado de esta manera, te advierto que reconozcas honesta y
sinceramente la tentación por lo que es, y más bien canalices con
inteligencia las energías de espíritu, mente y cuerpo, que tratan de
expresarse, hacia caminos más elevados y metas más idealistas. Así
podrás transformar las tentaciones en el tipo más elevado de ministerio
mortal edificante, evitando a la vez casi completamente esos ruinosos
conflictos debilitantes entre la naturaleza animal y la naturaleza
espiritual.
«Pero déjame advertirte contra la locura de
intentar sobreponerse a la tentación por el esfuerzo de reemplazar un
deseo por otro supuestamente superior mediante la sola fuerza de la voluntad
humana. Si quieres realmente triunfar sobre las tentaciones de la
naturaleza más baja e inferior, debes llegar a ese punto de ventaja
espiritual en el que real y verdaderamente habrás desarrollado interés y
amor por esas formas más elevadas e idealistas de conducta que tu mente
desea sustituir por estos hábitos de conducta más bajos y menos
idealistas que reconoces como tentación. Así pues, serás librado por la
transformación espiritual en vez de cargarte cada vez más con el peso de
la supresión engañosa de los deseos mortales. Lo viejo e inferior será
olvidado mediante el amor por lo nuevo y lo superior. La belleza siempre
triunfa sobre la fealdad en el corazón de todos los que están
iluminados por el amor a la verdad. Hay gran poder en la energía
expulsiva de un afecto espiritual nuevo y sincero. Nuevamente te digo,
no te dejes conquistar por el mal, sino más bien conquista el mal con el
bien».
Los apóstoles y los evangelistas
continuaron haciendo preguntas hasta bien entrada la noche, y de las
muchas respuestas presentamos los siguientes pensamientos, expresados en
fraseología moderna:
La ambición enérgica, el juicio inteligente
y la sabiduría madura son esenciales para el éxito material. El
liderazgo depende de la habilidad natural, la discreción, la fuerza de
voluntad y la determinación. El destino espiritual depende de la fe, el
amor y la devoción a la verdad —hambre y sed de rectitud— el deseo de
todo corazón de encontrar a Dios y de ser como él.
No os desalentéis al descubrir que sois
humanos. La naturaleza humana puede tener tendencia al mal pero no es
inherentemente pecaminosa. No os deprimáis por vuestra incapacidad para
olvidar completamente algunas de vuestras experiencias más lamentables.
Los errores que no podéis olvidar en el tiempo, serán olvidados en la
eternidad. Aliviad la carga de vuestra alma adquiriendo rápidamente una
visión a larga distancia de vuestro destino, una expansión universal de
vuestra carrera.
No cometáis el error de estimar el valor
del alma sobre la base de las imperfecciones de la mente o de los
apetitos del cuerpo. No juzguéis al alma ni midáis su destino por el
metro de un solo episodio humano desafortunado. Vuestro destino
espiritual está condicionado solamente por vuestros deseos y propósitos
espirituales.
La religión es la experiencia
exclusivamente espiritual del alma inmortal evolutiva del hombre
conocedor de Dios, pero el poder moral y la energía espiritual son
fuerzas poderosas que pueden ser utilizadas para tratar situaciones
sociales difíciles y resolver problemas económicos complicados. Estas
dotes morales y espirituales enriquecen todos los niveles del vivir
humano y los hacen más significativos.
Si tan sólo aprendéis a amar a los que os
aman, estaréis destinados a vivir una vida limitada y mezquina. Por
cierto, el amor humano puede ser recíproco, pero el amor divino, en toda
su busca de la satisfacción, se dirige hacia afuera. Cuanto menos amor
haya en la naturaleza de una criatura, más grande será su necesidad de
amor y más tratará el amor divino de satisfacer esa necesidad. El amor
no es jamás egoísta, y no puede ser autorregalado. El amor divino no
puede ser autocontenido; debe ser donado generosamente.
Los creyentes del reino deben tener una fe
implícita, una creencia de toda el alma, en el triunfo seguro de la
rectitud. Los constructores del reino no deben dudar de la verdad del
evangelio de la salvación eterna. Los creyentes deben aprender cada vez
más a apartarse del bullicio de la vida —escapar de los agobios de la
existencia material— mientras refrescan su alma, inspiran la mente, y
renovan el espíritu mediante la comunión de adoración.
Los individuos conocedores de Dios no se
desalientan por la desgracia ni se deprimen por las desilusiones. Los
creyentes son inmunes a la depresión consiguiente a los cataclismos puramente
materiales; los que viven en el espíritu no están perturbados por los
episodios del mundo material. Los candidatos para la vida eterna
practican una técnica vigorizante y constructiva para enfrentarse a
todas las vicisitudes y todos los agobios de la vida mortal. Cada día
que vive un verdadero creyente, encuentra más fácil hacer lo que es recto.
La vida espiritual aumenta poderosamente el
verdadero respeto de sí mismo. Pero el autorrespeto no significa
autoadmiración. El autorrespeto está siempre coordinado con el amor y el
servicio a los semejantes. No es posible respetarse a sí mismo más de
lo que se ama al prójimo; el uno es la medida de la capacidad del otro.
A medida que pasan los días, todo creyente
sincero se torna más hábil en atraer a sus semejantes al amor de la
verdad eterna. ¿Eres más ingenioso en la revelación del bien a la
humanidad hoy, de lo que fuiste ayer? ¿Sabes recomendar mejor la
rectitud este año, que el año pasado? ¿Te estás volviendo cada vez más
artístico en la técnica que utilizas para conducir a las almas
hambrientas al reino espiritual?
¿Son tus ideales suficientemente elevados
para asegurar tu salvación eterna, mientras que tus ideas son tan
prácticas como para convertirte en un ciudadano útil que funciona en la
tierra en asociación con tus semejantes mortales? En el espíritu,
vuestra ciudadanía es en el cielo; en la carne, aún sois ciudadanos de
los reinos terrestres. Dad a los Césares las cosas que son materiales y a
Dios las que son espirituales.
La medida de la capacidad espiritual del
alma evolutiva es tu fe en la verdad y tu amor por el prójimo, pero la
medida de tu fuerza de carácter humano es tu capacidad para resistir el
resentimiento y soportar las cavilaciones cuando te enfrentas con la
pesadumbre más profunda. La derrota es el espejo verdadero en el cual
puedes honestamente contemplar tu auténtico yo.
A medida que crecéis en edad y os volvéis
más expertos en los asuntos del reino, ¿seréis más discretos en vuestro
trato con los mortales fastidiosos y seréis más tolerantes en la
convivencia con vuestros asociados testarudos? El tacto es el fulcro del
poderío social, y la tolerancia es la marca de un alma grande. Si
poseéis estos raros y encantadores dones, a medida que pasan los días os
volveréis más alertas y expertos en vuestros valiosos esfuerzos por
evitar todo malentendido social innecesario. Estas almas sabias son
capaces de evitar muchos de los problemas que infaliblemente atribulan a
los que sufren por falta de ajuste emocional, los que se niegan a
madurar, y los que se niegan a envejecer con garbo.
Evitad la deshonestidad y la injusticia en
todos vuestros esfuerzos por predicar la verdad y proclamar el
evangelio. No busquéis un reconocimiento no ganado y no anheléis una
simpatía que no merecéis. Amad, recibid libremente de las fuentes
divinas y humanas sea cual fuere vuestro merecido, y amad libremente en
retribución. Pero en todas las otras cosas relacionadas con el honor y
la adulación, buscad tan sólo lo que honestamente os pertenece.
El mortal consciente de Dios está seguro de
la salvación; no tiene miedo de la vida; es honesto y constante. Sabe
cómo soportar valientemente los sufrimientos inevitables; no se queja al
enfrentarse con dificultades inescapables.
El creyente sincero no se cansa de hacer el
bien solamente porque esté frustrado. Las dificultades inflaman el
ardor del amante de la verdad, mientras que los obstáculos sólo sirven
de reto a los esfuerzos del constructor intrépido del reino.
Y muchas otras cosas les enseñó Jesús antes de que se prepararan para partir de Tiro.
El día antes de salir de Tiro para
retornar a la región del mar de Galilea, Jesús reunió a sus asociados y
ordenó a los doce evangelistas que volviesen por una ruta diferente de
la que él y los doce apóstoles iban a tomar. Y después de despedirse de Jesús estos evangelistas, no volvieron a estar nunca más tan íntimamente asociados con él.