«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

lunes, 3 de junio de 2013

La enseñanza de Jesús en Tiro.

Este miércoles por la tarde, durante su discurso, Jesús primero relató a sus seguidores la historia del lirio blanco que levanta su pura cabeza nevada hacia el sol mientras que sus raíces están metidas en el lodo y el barro del suelo tenebroso.
 
«Del mismo modo», dijo él, «el hombre mortal, aunque tenga las raíces de su origen y ser en el suelo animal de la naturaleza humana, puede, por la fe, elevar su naturaleza espiritual al sol de la verdad celestial y dar realmente los nobles frutos del espíritu».
      
En el curso de este mismo sermón Jesús utilizó la primera y única parábola que tenía que ver con su propio oficio —la carpintería. Al advertir que es necesario «establecer buenos cimientos para el crecimiento de un carácter noble con dotes espirituales», él dijo: «Para dar frutos del espíritu, debéis haber nacido del espíritu. Debéis ser enseñados por el espíritu y ser conducidos por el espíritu si queréis vivir una vida llena de espíritu entre vuestros semejantes. Pero no cometáis el error del tonto carpintero que pierde tiempo valioso encuadrando, midiendo y cepillando su madera carcomida por los gusanos e interiormente podrida y luego, después de haber puesto tanto de su trabajo en esta viga inútil, tiene que rechazarla puesto que no es adecuada para los cimientos del edificio que va a construir, el cual debe ser capaz de resistir los embates del tiempo y las tormentas. Que todo hombre se asegure de que los cimientos intelectuales y morales de su carácter tengan la fuerza necesaria para aguantar adecuadamente la superestructura de la naturaleza espiritual ennobleciente y en expansión, la cual transformará a la mente mortal y luego, en asociación con esa mente recreada, alcanzará el desarrollo del alma de destino inmortal. Vuestra naturaleza espiritual —el alma conjuntamente creada— es un crecimiento viviente, pero la mente y los sentimientos morales del individuo constituyen la tierra de la cual han de brotar estas manifestaciones más elevadas del desarrollo humano y del destino divino. El suelo del alma en desarrollo es humano y material, pero el destino de esta criatura combinada de mente y espíritu, es espiritual y divino».
     
Por la tarde de este mismo día, Natanael preguntó a Jesús: «Maestro, ¿por qué oramos a Dios para que no nos conduzca a la tentación, si bien sabemos por tu revelación del Padre que él nunca hace tales cosas?» Jesús le contestó a Natanael:
     
«No es extraño que hagas estas preguntas, puesto que estás comenzando a conocer al Padre así como yo lo conozco, y no como los profetas hebreos tan nebulosamente le veían. Bien sabes que nuestros antepasados estaban dispuestos a ver a Dios en casi todas las cosas que sucedían. Buscaban la mano de Dios en todas los acontecimientos naturales y en cada episodio poco común de la experiencia humana. Relacionaban a Dios tanto con el bien como con el mal. Pensaban que había ablandado el corazón de Moisés y endurecido el corazón del faraón. Si el hombre sentía un fuerte impulso por hacer algo, bueno o malo que fuera, tenía por costumbre considerar estas emociones inusitadas diciendo: `el Señor me habló y me dijo, haz esto y aquello, o ve aquí o allí'. Así pues, ya que los hombres tan a menudo y tan violentamente caen en la tentación, se tornó costumbre de nuestros antepasados creer que Dios los conducía a la tentación para probarlos, castigarlos o fortalecerlos. Pero ya sabes que no es así. Sabes que los hombres demasiado frecuentemente son conducidos a la tentación por el ímpetu de su propio egoísmo y los impulsos de su naturaleza animal. Cuando seas tentado de esta manera, te advierto que reconozcas honesta y sinceramente la tentación por lo que es, y más bien canalices con inteligencia las energías de espíritu, mente y cuerpo, que tratan de expresarse, hacia caminos más elevados y metas más idealistas. Así podrás transformar las tentaciones en el tipo más elevado de ministerio mortal edificante, evitando a la vez casi completamente esos ruinosos conflictos debilitantes entre la naturaleza animal y la naturaleza espiritual.
     
«Pero déjame advertirte contra la locura de intentar sobreponerse a la tentación por el esfuerzo de reemplazar un deseo por otro supuestamente superior mediante la sola fuerza de la voluntad humana. Si quieres realmente triunfar sobre las tentaciones de la naturaleza más baja e inferior, debes llegar a ese punto de ventaja espiritual en el que real y verdaderamente habrás desarrollado interés y amor por esas formas más elevadas e idealistas de conducta que tu mente desea sustituir por estos hábitos de conducta más bajos y menos idealistas que reconoces como tentación. Así pues, serás librado por la transformación espiritual en vez de cargarte cada vez más con el peso de la supresión engañosa de los deseos mortales. Lo viejo e inferior será olvidado mediante el amor por lo nuevo y lo superior. La belleza siempre triunfa sobre la fealdad en el corazón de todos los que están iluminados por el amor a la verdad. Hay gran poder en la energía expulsiva de un afecto espiritual nuevo y sincero. Nuevamente te digo, no te dejes conquistar por el mal, sino más bien conquista el mal con el bien».
     
Los apóstoles y los evangelistas continuaron haciendo preguntas hasta bien entrada la noche, y de las muchas respuestas presentamos los siguientes pensamientos, expresados en fraseología moderna:
      
La ambición enérgica, el juicio inteligente y la sabiduría madura son esenciales para el éxito material. El liderazgo depende de la habilidad natural, la discreción, la fuerza de voluntad y la determinación. El destino espiritual depende de la fe, el amor y la devoción a la verdad —hambre y sed de rectitud— el deseo de todo corazón de encontrar a Dios y de ser como él.
     
No os desalentéis al descubrir que sois humanos. La naturaleza humana puede tener tendencia al mal pero no es inherentemente pecaminosa. No os deprimáis por vuestra incapacidad para olvidar completamente algunas de vuestras experiencias más lamentables. Los errores que no podéis olvidar en el tiempo, serán olvidados en la eternidad. Aliviad la carga de vuestra alma adquiriendo rápidamente una visión a larga distancia de vuestro destino, una expansión universal de vuestra carrera.
     
No cometáis el error de estimar el valor del alma sobre la base de las imperfecciones de la mente o de los apetitos del cuerpo. No juzguéis al alma ni midáis su destino por el metro de un solo episodio humano desafortunado. Vuestro destino espiritual está condicionado solamente por vuestros deseos y propósitos espirituales.
     
La religión es la experiencia exclusivamente espiritual del alma inmortal evolutiva del hombre conocedor de Dios, pero el poder moral y la energía espiritual son fuerzas poderosas que pueden ser utilizadas para tratar situaciones sociales difíciles y resolver problemas económicos complicados. Estas dotes morales y espirituales enriquecen todos los niveles del vivir humano y los hacen más significativos.
     
Si tan sólo aprendéis a amar a los que os aman, estaréis destinados a vivir una vida limitada y mezquina. Por cierto, el amor humano puede ser recíproco, pero el amor divino, en toda su busca de la satisfacción, se dirige hacia afuera. Cuanto menos amor haya en la naturaleza de una criatura, más grande será su necesidad de amor y más tratará el amor divino de satisfacer esa necesidad. El amor no es jamás egoísta, y no puede ser autorregalado. El amor divino no puede ser autocontenido; debe ser donado generosamente.
     
Los creyentes del reino deben tener una fe implícita, una creencia de toda el alma, en el triunfo seguro de la rectitud. Los constructores del reino no deben dudar de la verdad del evangelio de la salvación eterna. Los creyentes deben aprender cada vez más a apartarse del bullicio de la vida —escapar de los agobios de la existencia material— mientras refrescan su alma, inspiran la mente, y renovan el espíritu mediante la comunión de adoración.
      
Los individuos conocedores de Dios no se desalientan por la desgracia ni se deprimen por las desilusiones. Los creyentes son inmunes a la depresión consiguiente a los cataclismos puramente materiales; los que viven en el espíritu no están perturbados por los episodios del mundo material. Los candidatos para la vida eterna practican una técnica vigorizante y constructiva para enfrentarse a todas las vicisitudes y todos los agobios de la vida mortal. Cada día que vive un verdadero creyente, encuentra más fácil hacer lo que es recto.
     
La vida espiritual aumenta poderosamente el verdadero respeto de sí mismo. Pero el autorrespeto no significa autoadmiración. El autorrespeto está siempre coordinado con el amor y el servicio a los semejantes. No es posible respetarse a sí mismo más de lo que se ama al prójimo; el uno es la medida de la capacidad del otro.
     
A medida que pasan los días, todo creyente sincero se torna más hábil en atraer a sus semejantes al amor de la verdad eterna. ¿Eres más ingenioso en la revelación del bien a la humanidad hoy, de lo que fuiste ayer? ¿Sabes recomendar mejor la rectitud este año, que el año pasado? ¿Te estás volviendo cada vez más artístico en la técnica que utilizas para conducir a las almas hambrientas al reino espiritual?
     
¿Son tus ideales suficientemente elevados para asegurar tu salvación eterna, mientras que tus ideas son tan prácticas como para convertirte en un ciudadano útil que funciona en la tierra en asociación con tus semejantes mortales? En el espíritu, vuestra ciudadanía es en el cielo; en la carne, aún sois ciudadanos de los reinos terrestres. Dad a los Césares las cosas que son materiales y a Dios las que son espirituales.
     
La medida de la capacidad espiritual del alma evolutiva es tu fe en la verdad y tu amor por el prójimo, pero la medida de tu fuerza de carácter humano es tu capacidad para resistir el resentimiento y soportar las cavilaciones cuando te enfrentas con la pesadumbre más profunda. La derrota es el espejo verdadero en el cual puedes honestamente contemplar tu auténtico yo.
     
A medida que crecéis en edad y os volvéis más expertos en los asuntos del reino, ¿seréis más discretos en vuestro trato con los mortales fastidiosos y seréis más tolerantes en la convivencia con vuestros asociados testarudos? El tacto es el fulcro del poderío social, y la tolerancia es la marca de un alma grande. Si poseéis estos raros y encantadores dones, a medida que pasan los días os volveréis más alertas y expertos en vuestros valiosos esfuerzos por evitar todo malentendido social innecesario. Estas almas sabias son capaces de evitar muchos de los problemas que infaliblemente atribulan a los que sufren por falta de ajuste emocional, los que se niegan a madurar, y los que se niegan a envejecer con garbo.
     
Evitad la deshonestidad y la injusticia en todos vuestros esfuerzos por predicar la verdad y proclamar el evangelio. No busquéis un reconocimiento no ganado y no anheléis una simpatía que no merecéis. Amad, recibid libremente de las fuentes divinas y humanas sea cual fuere vuestro merecido, y amad libremente en retribución. Pero en todas las otras cosas relacionadas con el honor y la adulación, buscad tan sólo lo que honestamente os pertenece.
     
El mortal consciente de Dios está seguro de la salvación; no tiene miedo de la vida; es honesto y constante. Sabe cómo soportar valientemente los sufrimientos inevitables; no se queja al enfrentarse con dificultades inescapables.
     
El creyente sincero no se cansa de hacer el bien solamente porque esté frustrado. Las dificultades inflaman el ardor del amante de la verdad, mientras que los obstáculos sólo sirven de reto a los esfuerzos del constructor intrépido del reino.
      
Y muchas otras cosas les enseñó Jesús antes de que se prepararan para partir de Tiro.
     
El día antes de salir de Tiro para retornar a la región del mar de Galilea, Jesús reunió a sus asociados y ordenó a los doce evangelistas que volviesen por una ruta diferente de la que él y los doce apóstoles iban a tomar. Y después de despedirse de Jesús estos evangelistas, no volvieron a estar nunca más tan íntimamente asociados con él.