Luego Jesús fue a Abila, donde trabajaban Natanael y sus asociados.
Natanael estaba muy preocupado por algunas de las declaraciones de
Jesús, que parecían menoscabar la autoridad de las escrituras hebreas
reconocidas. Por consiguiente, esa noche, después del usual período de
preguntas y respuestas, Natanael condujo a Jesús lejos de los demás y
preguntó: «Maestro, ¿podrías tú confiar en mí para que yo conozca la
verdad sobre las Escrituras? Observo que tú nos enseñas sólo una parte
de las escrituras sagradas —la mejor parte en mi opinión— y deduzco que
rechazas las enseñanzas de los rabinos que indican que las palabras de
la ley son las palabras mismas de Dios, y que estas palabras han estado
con Dios en el cielo aun antes de los días de Abraham y Moisés. ¿Cuál es
la verdad de las Escrituras?» Cuando Jesús oyó la pregunta de su
perplejo apóstol, respondió:
«Natanael, tú has juzgado correctamente; yo
no contemplo las Escrituras, como lo hacen los rabinos. Te hablaré
sobre este asunto, a condición de que tú nada digas de estas cosas a tus
hermanos, pues no todos ellos están preparados para recibir esta
enseñanza. Las palabras de la ley de Moisés y las enseñanzas de las
Escrituras no existían antes de Abraham. Sólo en tiempos recientes se
han recopilado las Escrituras en la forma como las conocemos. Aunque
contienen los mejores pensamientos y los anhelos más elevados del pueblo
judío, también contienen mucho que está lejos de ser representativo del
carácter y de las enseñanzas del Padre en el cielo; por lo tanto, yo
debo elegir, entre las mejores enseñanzas, aquellas verdades que han de
recogerse para el evangelio del reino.
«Estos escritos son obra de los hombres,
algunos santos, otros, no tan santos. Las enseñanzas de estos libros
representan el punto de vista y el nivel de esclarecimiento de los
tiempos en los que se originaron. Como revelación de la verdad, los más
recientes son más confiables que los más antiguos. Las Escrituras
contienen errores y su origen es puramente humano, pero ten la seguridad
de que constituyen la mejor recopilación de sabiduría religiosa y
verdad espiritual que hay en el mundo entero en este momento.
«Muchos de estos libros no fueron escritos
por las personas cuyos nombres llevan, pero eso no disminuye de ninguna
manera el valor de las verdades que contienen. Aunque la historia de
Jonás no fuera un hecho, aun si Jonás no hubiera existido, la profunda
verdad de este relato, el amor de Dios por Nínive y los así llamados
paganos, no sería menos preciosa a los ojos de todos aquellos que aman a sus semejantes. Las Escrituras son sagradas
porque presentan los pensamientos y acciones de los hombres que buscaban
a Dios, y que nos dejaron en estos escritos sus más elevados conceptos
de rectitud, verdad y santidad. Las Escrituras contienen mucho que es
verdad, mucho, pero tú ya sabes, a la luz de las enseñanzas que habéis
recibido, que estos escritos contienen también mucho que tergiversa la
imagen del Padre en el cielo, el Dios amante que yo he venido para
revelar a todos los mundos.
«Natanael, no te permitas ni por un
instante creer en aquellos documentos de las Escrituras que dicen que el
Dios del amor ordenó a tus antepasados que salieran a batallar para
destruir a todos sus enemigos: hombres, mujeres y niños. Estos
documentos son palabras de hombres, hombres no muy santos, no son la
palabra de Dios. Las Escrituras siempre reflejaron y siempre reflejarán
el estado intelectual, moral y espiritual de los que las crean. ¿Acaso
no has notado que los conceptos de Yahvé crecen en belleza y gloria a
través de los escritos de los profetas, desde Samuel hasta Isaías? Y
recuerda también, que el propósito de las Escrituras es la instrucción
religiosa y la guía espiritual. No son obra de historiadores ni de
filósofos.
«Lo más deplorable es, no solamente esta
idea errónea de la perfección absoluta de las Escrituras y de la
infalibilidad de sus enseñanzas, sino más bien la confusa y errónea
interpretación de estos escritos sagrados por los escribas y fariseos de
Jerusalén, esclavos de la tradición. Ahora pues, emplearán ellos tanto
la doctrina de inspiración de las Escrituras como sus propias
tergiversaciones para resistirse decididamente a las enseñanzas más
nuevas del evangelio del reino. Natanael, no olvides jamás que el Padre
no limita la revelación de la verdad a una sola generación ni a un solo
pueblo. Muchos buscadores sinceros de la verdad se han encontrado
confundidos y desilusionados por esta doctrina de la perfección de las
Escrituras, y lo estarán también en el futuro.
«La autoridad de la verdad es el espíritu
mismo que mora en sus manifestaciones vivientes, no las palabras muertas
de hombres menos iluminados y supuestamente inspirados de generaciones
pasadas. Aunque estos santos varones de antaño sí vivieron vidas
inspiradas y llenas de espíritu, eso no significa que sus palabras
eran similarmente inspiradas espiritualmente. Hoy, no ponemos por
escrito las enseñanzas de este evangelio del reino, para que, después de
mi partida, vosotros os separéis rápidamente en distintos grupos, cada
uno convencido de poseer la verdad como resultado de la diversidad de
vuestras interpretaciones de mis enseñanzas. Durante esta generación, es
mejor que vivamos estas verdades evitando dejar documentos escritos.
«Presta atención a mis palabras, Natanael:
nada de lo que toque la naturaleza humana puede ser considerado
infalible. Indudablemente podrá brillar la verdad divina a través de la
mente humana pero siempre con pureza relativa y divinidad parcial. La
infalibilidad puede ser anhelo de la criatura pero sólo los Creadores la
poseen.
«Pero el error más grande de las enseñanzas
que se refieren a las Escrituras, consiste en la doctrina de que éstas
son libros sellados de misterio y de sabiduría que tan sólo se atreven a
interpretar las mentes sabias de la nación. Las revelaciones de la
verdad divina no están selladas sino por la ignorancia humana, el
fanatismo y la intolerancia de miras estrechas. Sólo el prejuicio y la
superstición empañan la luz de las Escrituras. Un falso temor de lo
sagrado ha impedido que la religión fuera salvaguardada por el sentido
común. El temor de la autoridad de los escritos sagrados del pasado
impide eficazmente que las almas honestas de hoy acepten la nueva luz
del evangelio, la misma luz que aquellos hombres de otra generación
conocedores de Dios tan intensamente anhelaban ver.
«Pero lo más triste de todo esto es, que
algunos de los que enseñan la santidad de este tradicionalismo, conocen
esta misma verdad. Ellos comprenden más o menos plenamente estas
limitaciones de las Escrituras, pero sufren de cobardía moral y
deshonestidad intelectual. Conocen la verdad relativa a los sagrados
escritos, pero prefieren ocultar del pueblo estos hechos perturbadores.
Así pues, pervierten y distorsionan las Escrituras, tornándolas guías de
detalles esclavizantes de la vida diaria y autoridad en cosas no
espirituales, en vez de apelar a las escrituras sagradas como minas de
sabiduría moral, inspiración religiosa y enseñanzas espirituales de los
hombres conocedores de Dios de otras generaciones».
Natanael resultó iluminado y pasmado ante
el pronunciamiento del Maestro. Largamente reflexionó sobre esta
conversación en las profundidades de su alma, pero a nadie dijo nada
sobre este diálogo hasta la ascensión de Jesús; y aun entonces, tenía
temor de impartir la historia completa de las instrucciones del Maestro.