ANTES de que Jesús se llevara a los doce para una breve estadía cerca
de Cesarea Filipo, arregló por medio de los mensajeros de David un
encuentro con su familia en Capernaum el domingo 7 de agosto. Según los
planes, esta visita habría de ocurrir en el taller de barcas de
Zebedeo. David Zebedeo concertó con Judá, el hermano de Jesús, que toda
la familia de Nazaret se encontraría presente —María y todos los
hermanos y hermanas de Jesús— y Jesús fue con Andrés y Pedro para este
encuentro. Era indudablemente intención de María y de sus hijos
concurrir a esta cita, pero sucedió que un grupo de fariseos, sabiendo
que Jesús estaba del otro lado del lago en los dominios de Felipe,
decidió visitar a María para averiguar lo que pudieran sobre las
andanzas de Jesús. La llegada de estos emisarios de Jerusalén perturbó
grandemente a María, y observando la tensión y nerviosidad de toda la
familia, concluyeron que Jesús estaba por visitarlos. Por consiguiente
se instalaron en la casa de María y, después de llamar refuerzos,
esperaron pacientemente la llegada de Jesús. Esto, naturalmente, impidió
la partida de la familia para concurrir a la cita con Jesús. Varias
veces durante ese día, tanto Judá como Ruth trataron de eludir la
vigilancia de los fariseos para enviar un mensaje a Jesús, pero fue en
vano.
Temprano esa tarde los mensajeros de David
trajeron a Jesús el mensaje de que los fariseos estaban acampados en el
umbral de la casa de su madre, y por lo tanto él no intentó visitar a su
familia. Así pues nuevamente, y sin que fuese culpa de ninguna de las
dos partes, Jesús y su familia terrenal no pudieron reunirse.