Me habéis dicho que vuestro Maestro considera que la religión humana
genuina es la experiencia del individuo con las realidades espirituales.
Yo he considerado la religión como la experiencia del hombre que
reacciona a algo que le parece digno de homenaje y devoción de toda la
humanidad. En este sentido, la religión simboliza nuestra suprema
devoción a lo que representa nuestro concepto más elevado de los ideales
de la realidad y el alcance más amplio de nuestra mente hacia las
posibilidades eternas del logro espiritual.
Cuando los hombres reaccionan a la religión
en un sentido tribal, nacional o racial, es porque consideran que los
que no pertenecen a su grupo no son realmente humanos. Nosotros siempre
consideramos el objeto de nuestra lealtad religiosa digno de reverencia
por parte de todos los hombres. La religión no puede nunca ser asunto de
mera creencia intelectual o razonamiento filosófico; la religión es
siempre y para siempre una forma de reaccionar a las situaciones de la
vida; es una especie de conducta. La religión engloba el pensar, el
sentir y el actuar con reverencia hacia una realidad que consideramos
digna de adoración universal.
Si algo se ha vuelto religión en tu
experiencia, es evidente que ya te has vuelto evangelista activo de esa
religión, puesto que consideras el supremo concepto de tu religión digno
de la adoración de toda la humanidad, de todas las inteligencias del
universo. Si no eres un evangelista positivo y misionario de tu
religión, te autoengañas, y eso que llamas religión es tan sólo una
creencia tradicional o un mero sistema filosófico intelectual. Si tu
religión es una experiencia espiritual, tu objeto de adoración debe ser
la realidad espiritual universal y el ideal de todos tus conceptos
espiritualizados. Todas las religiones que se basan en el temor, la
emoción, la tradición y la filosofía, las denomino religiones
intelectuales, mientras que las que se basan en la verdadera experiencia
espiritual, las denominaría religiones verdaderas. El objeto de la
devoción religiosa puede ser material o espiritual, verdadero o falso,
real o irreal, humano o divino. Las religiones, por consiguiente, pueden
ser buenas o malas.
La moralidad y la religión no son
necesariamente la misma cosa. Un sistema de moral, si adopta un objeto
de adoración, puede volverse una religión. Una religión, al perder su
atracción universal a la lealtad y a la devoción suprema, puede volverse
un sistema de filosofía o un código moral. Esta cosa, ser, estado, u
orden de existencia, o posibilidad de obtención que constituye el ideal
supremo de la lealtad religiosa, y que es el receptor de la
devoción religiosa de los que adoran, es Dios. Sea cual fuere el nombre
aplicado a este ideal de la realidad espiritual, es Dios.
Las características sociales de una
religión verdadera consisten en el hecho de que ésta busca
invariablemente convertir al individuo y transformar el mundo. La
religión implica la existencia de ideales no descubiertos, que
trascienden en mucho las normas conocidas de ética y moralidad
comprendidas incluso en los usos sociales más elevados de las
instituciones más maduras de la civilización. La religión busca ideales
no descubiertos, realidades no exploradas, valores sobrehumanos,
sabiduría divina, y verdadero alcance espiritual. La verdadera religión
hace todo esto; todas las demás creencias, no son dignas de ese nombre.
No podéis tener una religión espiritual genuina sin el ideal supremo y
excelso de un Dios eterno. Una religión sin este Dios es una invención
del hombre, una institución humana de creencias intelectuales sin vida y
ceremonias emocionales sin sentido. Una religión puede aclamar como
objeto de su devoción a un gran ideal. Pero tales ideales irreales no
son alcanzables; tal concepto es ilusorio. Los únicos ideales
susceptibles del logro humano son las realidades divinas de los valores
infinitos residentes en el hecho espiritual del Dios eterno.
La palabra Dios, la idea de Dios en contraposición con el ideal
de Dios, puede volverse parte de cualquier religión aunque sea una
religión altamente pueril o falsa. Y esta idea de Dios puede llegar a
ser cualquier cosa que los que la albergan tal vez elijan hacerla. Las
religiones más bajas forjan sus ideas de Dios para coincidir con el
estado natural del corazón humano; las religiones más altas exigen que
el corazón humano cambie para satisfacer las demandas de los ideales de
la verdadera religión.
La religión de Jesús trasciende todos
nuestros conceptos anteriores de la idea de adoración, en cuanto no
solamente describe a su Padre como el ideal de la realidad infinita,
sino que declara positivamente que esta fuente divina de valores y el
centro eterno del universo es verdadera y personalmente obtenible por
cada criatura mortal que elija entrar al reino del cielo en la tierra,
reconociendo así la aceptación de la filiación a Dios y de la hermandad
con el hombre. Eso, en mi opinión, es el más elevado concepto de
religión que el mundo haya conocido jamás, y declaro que no puede haber
nunca un concepto más alto, puesto que este evangelio abraza la
infinidad de las realidades, la divinidad de los valores y la eternidad
de los alcances universales. Dicho concepto constituye la realización de
la experiencia del idealismo de lo supremo y lo último.
No sólo me intrigan los ideales cabales de
esta religión de vuestro Maestro, sino que estoy poderosamente impulsado
a profesar mi creencia en su anuncio de que estos ideales de las
realidades espirituales son alcanzables; que vosotros y yo podemos
embarcarnos en esta larga y eterna aventura con su garantía de la
certidumbre de nuestra llegada final a las puertas del Paraíso. Hermanos
míos, yo soy un creyente, me he embarcado; me he encaminado con
vosotros en esta aventura eterna. El Maestro dice que él vino del Padre,
y que nos mostrará el camino. Estoy plenamente persuadido de que
profesa la verdad. Por fin estoy convencido de que no existen ideales
alcanzables de realidad ni valores de perfección fuera del Padre eterno y
Universal.
Vengo pues a adorar, no meramente al Dios
de las existencias, sino al Dios de la posibilidad de toda existencia
futura. Por lo tanto debe vuestra devoción a un ideal supremo, si ese
ideal es real, ser devoción a este Dios de los universos pasados,
presentes y futuros de las cosas y los seres. Y no hay otro Dios, porque
no es posible que haya ningún otro Dios. Todos los otros dioses son
invenciones de la imaginación, ilusiones de la mente mortal,
distorsiones de la lógica falsa, e ídolos falaces de los que los crean.
Sí, podéis tener una religión sin este Dios, pero no significará nada. Si buscáis sustituir
la palabra Dios por la realidad de este ideal del Dios viviente, tan
sólo os habéis engañado a vosotros mismos poniendo una idea en el lugar
de un ideal, una realidad divina. Estas creencias son meramente
religiones de una fantasía anhelante.
Veo en las enseñanzas de Jesús la religión
en su mejor expresión. Este evangelio nos permite buscar al verdadero
Dios y encontrarlo. Pero, ¿estamos dispuestos a pagar el precio de esta
entrada en el reino del cielo? ¿Estamos dispuestos a renacer? ¿A ser
rehechos? ¿Estamos dispuestos a someternos a este terrible y agotador
proceso de autodestrucción y reconstrucción del alma? Acaso no ha dicho
el Maestro: «El que quiera salvar su vida tiene que perderla. No creáis
que he venido para traer paz sino más bien lucha por el alma». Es verdad
que después que paguemos el precio de la dedicación a la voluntad del
Padre, experimentaremos gran paz, siempre y cuando sigamos caminando por
los caminos espirituales del vivir consagrado.
Ahora pues, estamos verdaderamente
abandonando las atracciones del orden conocido de existencia
convencional, dedicándonos sin reservas a buscar las atracciones de lo
desconocido y lo no explorado dentro de la existencia de una vida futura
de aventura en los mundos espirituales del idealismo más alto de la
realidad divina. Y buscamos esos símbolos de significado por medio de
los cuales podamos transmitir a nuestros semejantes estos conceptos de
la realidad del idealismo de la religión de Jesús, y no dejaremos de
orar por ese día en que toda la humanidad se conmoverá por la visión
común de esta suprema verdad. Ahora mismo, nuestro concepto focalizado
del Padre, tal como lo albergamos en nuestro corazón, es que Dios es
espíritu; tal como lo trasmitimos a nuestros semejantes, es que Dios es
amor.
La religión de Jesús exige experiencia
espiritual y viviente. Otras religiones podrán consistir en creencias
tradicionales, sentimientos emocionales, conciencias filosóficas, y todo
eso, pero la enseñanza del Maestro requiere el alcance de niveles
reales de verdadera progresión espiritual.
La conciencia del impulso a ser como Dios
no es verdadera religión. El sentir la emoción de adorar a Dios no es
verdadera religión. El conocimiento de la convicción de olvidar al yo
para servir a Dios no es verdadera religión. La sabiduría del
razonamiento de que esta religión es la mejor de todas, no es religión
como experiencia personal y espiritual. La verdadera religión se refiere
al destino y realidad de lo que se obtiene, así como también a la
realidad e idealismo de lo que se acepta totalmente por la fe. Y todo
esto debe hacérsenos personal mediante la revelación del Espíritu de la
Verdad.
Así pues terminaron las disertaciones del
filósofo griego, uno de los más grandes de su raza, que se había vuelto
creyente del evangelio de Jesús.