«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

miércoles, 26 de junio de 2013

La religión del ideal.

Me habéis dicho que vuestro Maestro considera que la religión humana genuina es la experiencia del individuo con las realidades espirituales. Yo he considerado la religión como la experiencia del hombre que reacciona a algo que le parece digno de homenaje y devoción de toda la humanidad. En este sentido, la religión simboliza nuestra suprema devoción a lo que representa nuestro concepto más elevado de los ideales de la realidad y el alcance más amplio de nuestra mente hacia las posibilidades eternas del logro espiritual.
      
Cuando los hombres reaccionan a la religión en un sentido tribal, nacional o racial, es porque consideran que los que no pertenecen a su grupo no son realmente humanos. Nosotros siempre consideramos el objeto de nuestra lealtad religiosa digno de reverencia por parte de todos los hombres. La religión no puede nunca ser asunto de mera creencia intelectual o razonamiento filosófico; la religión es siempre y para siempre una forma de reaccionar a las situaciones de la vida; es una especie de conducta. La religión engloba el pensar, el sentir y el actuar con reverencia hacia una realidad que consideramos digna de adoración universal.
      
Si algo se ha vuelto religión en tu experiencia, es evidente que ya te has vuelto evangelista activo de esa religión, puesto que consideras el supremo concepto de tu religión digno de la adoración de toda la humanidad, de todas las inteligencias del universo. Si no eres un evangelista positivo y misionario de tu religión, te autoengañas, y eso que llamas religión es tan sólo una creencia tradicional o un mero sistema filosófico intelectual. Si tu religión es una experiencia espiritual, tu objeto de adoración debe ser la realidad espiritual universal y el ideal de todos tus conceptos espiritualizados. Todas las religiones que se basan en el temor, la emoción, la tradición y la filosofía, las denomino religiones intelectuales, mientras que las que se basan en la verdadera experiencia espiritual, las denominaría religiones verdaderas. El objeto de la devoción religiosa puede ser material o espiritual, verdadero o falso, real o irreal, humano o divino. Las religiones, por consiguiente, pueden ser buenas o malas.
      
La moralidad y la religión no son necesariamente la misma cosa. Un sistema de moral, si adopta un objeto de adoración, puede volverse una religión. Una religión, al perder su atracción universal a la lealtad y a la devoción suprema, puede volverse un sistema de filosofía o un código moral. Esta cosa, ser, estado, u orden de existencia, o posibilidad de obtención que constituye el ideal supremo de la lealtad religiosa, y que es el receptor de la devoción religiosa de los que adoran, es Dios. Sea cual fuere el nombre aplicado a este ideal de la realidad espiritual, es Dios.
      
Las características sociales de una religión verdadera consisten en el hecho de que ésta busca invariablemente convertir al individuo y transformar el mundo. La religión implica la existencia de ideales no descubiertos, que trascienden en mucho las normas conocidas de ética y moralidad comprendidas incluso en los usos sociales más elevados de las instituciones más maduras de la civilización. La religión busca ideales no descubiertos, realidades no exploradas, valores sobrehumanos, sabiduría divina, y verdadero alcance espiritual. La verdadera religión hace todo esto; todas las demás creencias, no son dignas de ese nombre. No podéis tener una religión espiritual genuina sin el ideal supremo y excelso de un Dios eterno. Una religión sin este Dios es una invención del hombre, una institución humana de creencias intelectuales sin vida y ceremonias emocionales sin sentido. Una religión puede aclamar como objeto de su devoción a un gran ideal. Pero tales ideales irreales no son alcanzables; tal concepto es ilusorio. Los únicos ideales susceptibles del logro humano son las realidades divinas de los valores infinitos residentes en el hecho espiritual del Dios eterno.
     
La palabra Dios, la idea de Dios en contraposición con el ideal de Dios, puede volverse parte de cualquier religión aunque sea una religión altamente pueril o falsa. Y esta idea de Dios puede llegar a ser cualquier cosa que los que la albergan tal vez elijan hacerla. Las religiones más bajas forjan sus ideas de Dios para coincidir con el estado natural del corazón humano; las religiones más altas exigen que el corazón humano cambie para satisfacer las demandas de los ideales de la verdadera religión.
      
La religión de Jesús trasciende todos nuestros conceptos anteriores de la idea de adoración, en cuanto no solamente describe a su Padre como el ideal de la realidad infinita, sino que declara positivamente que esta fuente divina de valores y el centro eterno del universo es verdadera y personalmente obtenible por cada criatura mortal que elija entrar al reino del cielo en la tierra, reconociendo así la aceptación de la filiación a Dios y de la hermandad con el hombre. Eso, en mi opinión, es el más elevado concepto de religión que el mundo haya conocido jamás, y declaro que no puede haber nunca un concepto más alto, puesto que este evangelio abraza la infinidad de las realidades, la divinidad de los valores y la eternidad de los alcances universales. Dicho concepto constituye la realización de la experiencia del idealismo de lo supremo y lo último.
      
No sólo me intrigan los ideales cabales de esta religión de vuestro Maestro, sino que estoy poderosamente impulsado a profesar mi creencia en su anuncio de que estos ideales de las realidades espirituales son alcanzables; que vosotros y yo podemos embarcarnos en esta larga y eterna aventura con su garantía de la certidumbre de nuestra llegada final a las puertas del Paraíso. Hermanos míos, yo soy un creyente, me he embarcado; me he encaminado con vosotros en esta aventura eterna. El Maestro dice que él vino del Padre, y que nos mostrará el camino. Estoy plenamente persuadido de que profesa la verdad. Por fin estoy convencido de que no existen ideales alcanzables de realidad ni valores de perfección fuera del Padre eterno y Universal.
      
Vengo pues a adorar, no meramente al Dios de las existencias, sino al Dios de la posibilidad de toda existencia futura. Por lo tanto debe vuestra devoción a un ideal supremo, si ese ideal es real, ser devoción a este Dios de los universos pasados, presentes y futuros de las cosas y los seres. Y no hay otro Dios, porque no es posible que haya ningún otro Dios. Todos los otros dioses son invenciones de la imaginación, ilusiones de la mente mortal, distorsiones de la lógica falsa, e ídolos falaces de los que los crean. Sí, podéis tener una religión sin este Dios, pero no significará nada. Si buscáis sustituir la palabra Dios por la realidad de este ideal del Dios viviente, tan sólo os habéis engañado a vosotros mismos poniendo una idea en el lugar de un ideal, una realidad divina. Estas creencias son meramente religiones de una fantasía anhelante.
      
Veo en las enseñanzas de Jesús la religión en su mejor expresión. Este evangelio nos permite buscar al verdadero Dios y encontrarlo. Pero, ¿estamos dispuestos a pagar el precio de esta entrada en el reino del cielo? ¿Estamos dispuestos a renacer? ¿A ser rehechos? ¿Estamos dispuestos a someternos a este terrible y agotador proceso de autodestrucción y reconstrucción del alma? Acaso no ha dicho el Maestro: «El que quiera salvar su vida tiene que perderla. No creáis que he venido para traer paz sino más bien lucha por el alma». Es verdad que después que paguemos el precio de la dedicación a la voluntad del Padre, experimentaremos gran paz, siempre y cuando sigamos caminando por los caminos espirituales del vivir consagrado.
      
Ahora pues, estamos verdaderamente abandonando las atracciones del orden conocido de existencia convencional, dedicándonos sin reservas a buscar las atracciones de lo desconocido y lo no explorado dentro de la existencia de una vida futura de aventura en los mundos espirituales del idealismo más alto de la realidad divina. Y buscamos esos símbolos de significado por medio de los cuales podamos transmitir a nuestros semejantes estos conceptos de la realidad del idealismo de la religión de Jesús, y no dejaremos de orar por ese día en que toda la humanidad se conmoverá por la visión común de esta suprema verdad. Ahora mismo, nuestro concepto focalizado del Padre, tal como lo albergamos en nuestro corazón, es que Dios es espíritu; tal como lo trasmitimos a nuestros semejantes, es que Dios es amor.
      
La religión de Jesús exige experiencia espiritual y viviente. Otras religiones podrán consistir en creencias tradicionales, sentimientos emocionales, conciencias filosóficas, y todo eso, pero la enseñanza del Maestro requiere el alcance de niveles reales de verdadera progresión espiritual.
      
La conciencia del impulso a ser como Dios no es verdadera religión. El sentir la emoción de adorar a Dios no es verdadera religión. El conocimiento de la convicción de olvidar al yo para servir a Dios no es verdadera religión. La sabiduría del razonamiento de que esta religión es la mejor de todas, no es religión como experiencia personal y espiritual. La verdadera religión se refiere al destino y realidad de lo que se obtiene, así como también a la realidad e idealismo de lo que se acepta totalmente por la fe. Y todo esto debe hacérsenos personal mediante la revelación del Espíritu de la Verdad.
    
 Así pues terminaron las disertaciones del filósofo griego, uno de los más grandes de su raza, que se había vuelto creyente del evangelio de Jesús.