Puesto que Natanael y Tomás habían aprobado tan plenamente los puntos
de vista de Rodán sobre el evangelio del reino, tan sólo quedaba un
punto más por considerar: la enseñanza que trata de la naturaleza divina
de Jesús, una doctrina que acababa de ser anunciada públicamente.
Natanael y Tomás conjuntamente presentaron sus puntos de vista sobre la
naturaleza divina del Maestro, y la siguiente narrativa es una
presentación condensada, reorganizada y mantenida de nuevo de sus
enseñanzas:
1.
Jesús ha admitido su divinidad, y nosotros le creemos. Muchas cosas
notables han sucedido en relación con su ministerio, que podemos
comprender sólo si creemos que él es el Hijo de Dios así como también el
Hijo del Hombre.
2.
Su vida con nosotros ejemplifica el ideal de la amistad humana; sólo un
ser divino podría ser un amigo humano de esta índole. Es la persona más
verdaderamente generosa que hemos conocido jamás. Es amigo aun de los
pecadores; se atreve a amar a sus enemigos. Es muy leal con nosotros.
Aunque no vacila en reprocharnos, está claro para todos que nos ama
verdaderamente. Cuanto más lo conozcáis, más lo amaréis. Os encantará su
devoción constante. A lo largo de todos estos años a pesar de nuestro
fracaso para comprender su misión, ha sido un amigo fiel. Aunque no hace
uso de la lisonja, nos trata a todos con igual dulzura; es
invariablemente tierno y compasivo. Ha compartido su vida y todo lo
demás con nosotros. Nosotros somos una comunidad feliz; compartimos
todas las cosas. No creemos que un mero ser humano podría vivir una vida
tan limpia de culpa bajo tales circunstancias difíciles.
3.
Pensamos que Jesús es divino porque nunca hace nada mal; no comete
errores. Su sabiduría es extraordinaria; su piedad, enorme. Vive día
tras día en acuerdo perfecto con la voluntad del Padre. Nunca se
arrepiente de malas acciones porque no transgrede ninguna de las leyes
del Padre. Ora por nosotros y con nosotros, pero nunca nos pide que
oremos por él. Creemos que está constantemente libre de pecado. No
creemos que un ser sólo humano nunca haya profesado vivir una vida
semejante. Afirma que vive una vida perfecta, y nosotros vemos que así
lo es. Nuestra piedad nace del arrepentimiento, pero su piedad nace de
la rectitud. Aun profesa perdonar pecados y cura enfermedades. Nadie
quien tan sólo es un hombre mortal pero está en su sano juicio,
profesaría perdonar pecados; ésa es una prerrogativa divina. Y nos ha
aparecido así de perfecto en su rectitud desde los tiempos de nuestros
primeros contactos con él. Nosotros crecemos en la gracia y en el
conocimiento de la verdad, pero nuestro Maestro exhibe madurez de
rectitud desde el principio. Todos los hombres, buenos y malos,
reconocen estos elementos de bondad en Jesús. Sin embargo, su piedad no
es jamás sobrecogedora ni ostentosa. Es a la vez humilde y audaz. Parece
aprobar nuestra creencia en su divinidad. Es lo que profesa ser, o de
lo contrario es el hipócrita y fraude más grande que el mundo haya
conocido jamás. Nosotros estamos persuadidos de que él es exactamente lo
que dice ser.
4. La singularidad de su carácter y la
perfección de su control emocional nos convencen de que es una
combinación de humanidad y divinidad. Responde infaliblemente al espectáculo de la necesidad
humana; el sufrimiento no deja nunca de conmoverlo. Su compasión se
despierta del mismo modo por el sufrimiento físico, la angustia mental o
la pesadumbre espiritual. Reconoce rápidamente y con generosidad la
presencia de la fe o cualquier otra gracia en sus semejantes. Es tan
justo y recto y al mismo tiempo tan misericordioso y considerado. Se
apena por la obstinación espiritual de la gente y se regocija cuando
ellos consienten en ver la luz de la verdad.
5. Parece conocer los pensamientos de la
mente de los hombres y comprender los anhelos de su corazón. Es siempre
comprensivo con nuestros espíritus atribulados. Parece poseer todas
nuestras emociones humanas, pero magníficamente glorificadas. Ama
poderosamente la bondad e igualmente odia el pecado. Posee una
conciencia sobrehumana de la presencia de la Deidad. Ora como un hombre,
pero actúa como un Dios. Parece conocer las cosas de antemano; aun
ahora se atreve a hablar de su muerte, una referencia mística a su
futura glorificación. Aunque es tierno, también es valiente y valeroso.
Nunca vacila en el cumplimiento de su deber.
6.
Constantemente nos impresiona el fenómeno de su conocimiento
sobrehumano. Casi no pasa un día en que no transcienda alguna cosa que
revela que el Maestro sabe lo que está ocurriendo lejos de su inmediata
presencia. También parece saber de los pensamientos de sus asociados.
Indudablemente comulga con las personalidades celestiales;
indudablemente vive en un plano espiritual muy por encima del resto de
nosotros. Todo parece estar abierto a su comprensión singular. Nos hace
preguntas para estimularnos, no para obtener información.
7.
Recientemente el Maestro no ha vacilado en afirmar su sobrehumanidad.
Desde el día de nuestra ordenación como apóstoles, hasta los tiempos
recientes, no ha negado nunca que proviene del Padre en el cielo. Habla
con la autoridad de un Maestro divino. El Maestro no vacila en refutar
las enseñanzas religiosas de hoy y en declarar el nuevo evangelio con
autoridad positiva. Es positivo, firme y confirmativo. Aun Juan el
Bautista, cuando escuchó a Jesús hablar, declaró que era el Hijo de
Dios. Parece ser muy suficiente dentro de sí mismo. No anhela el apoyo
de las multitudes. Es indiferente a la opinión de los hombres. Es
valiente y sin embargo tan libre de orgullo.
8. Habla constantemente de Dios como un
asociado siempre presente en todo lo que hace. No hace sino el bien,
porque Dios parece estar en él. Hace las declaraciones más sorprendentes
sobre sí mismo y su misión en la tierra, afirmaciones que serían
absurdas si no fuese divino. Cierta vez declaró: «Antes de que fuera
Abraham, yo soy». Definitivamente ha afirmado su divinidad; profesa
estar en asociación con Dios. Prácticamente agota las posibilidades del
lenguaje en la reiteración de su declaración de una asociación íntima
con el Padre celestial. Aun se atreve a afirmar que él y el Padre son
uno. Dice que el que lo haya visto a él, ha visto al Padre. Dice y hace
todas estas cosas extraordinarias con tal naturalidad infantil. Se
refiere a su asociación con el Padre de la misma manera en que se
refiere a su asociación con nosotros. Parece estar tan seguro de Dios
que habla de estas relaciones en una forma perfectamente natural.
9.
En su vida de oración parece comunicarse directamente con su Padre.
Hemos oído pocas de sus oraciones, pero estas pocas parecen indicar que
habla con Dios, en realidad como si estuvieran cara a cara. Parece
conocer el futuro tan bien como el pasado. Simplemente no podría ser y
hacer todas estas cosas extraordinarias a menos que fuera algo más que humano. Sabemos que
es humano, estamos seguros de eso, pero estamos casi igualmente seguros
de que es también divino. Creemos que es divino. Estamos convencidos de
que es el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios.
Al concluir Natanael y Tomás sus diálogos
con Rodán, se fueron de prisa en dirección a Jerusalén para reunirse con
los demás apóstoles, llegando el viernes de esa semana. Ésta había sido
una gran experiencia en la vida de estos tres creyentes, y los demás
apóstoles mucho aprendieron del relato de Natanael y Tomás sobre estas
experiencias.
Rodán regresó a Alejandría, donde enseñó
largamente su filosofía en la escuela de Meganta. Con el tiempo llegó a
ser un personaje poderoso en los asuntos del reino del cielo; fue un
creyente fiel hasta el fin de sus días en la tierra, habiendo entregado
su vida con otros en Grecia, cuando las persecuciones estaban en su
apogeo.