Había un asunto sobre el cual Rodán y los dos apóstoles no tenían la
misma opinión, y ése era el de la personalidad de Dios. Rodán aceptó
prontamente todo lo que se le explicó sobre los atributos de Dios, pero
sostenía que el Padre en el cielo no es, no puede ser, una persona
concebida como concibe el hombre la personalidad. Aunque los apóstoles
tropezaban con dificultades al tratar de probar que Dios es una persona,
Rodán encontraba aun más difícil probar que no es una persona.
Rodán sostenía que el hecho de la
personalidad consiste en el hecho coexistente de la comunicación plena y
mutua entre seres del mismo nivel, seres que son capaces de
comprenderse. Dijo Rodán: «Para ser una persona, Dios debe poseer
símbolos de comunicación espiritual que le permitan ser plenamente
comprendido por los que entren en contacto con él. Pero, puesto que Dios
es infinito y eterno, el Creador de todos los demás seres, se desprende
que, en cuanto a seres del mismo nivel, Dios está solo en el universo.
No hay nadie que esté a su nivel; no hay nadie con quien él se pueda
comunicar de igual a igual. Dios puede bien ser la fuente de toda
personalidad, pero como tal él trasciende la personalidad, así como el
Creador está más allá de la criatura».
Este punto de vista preocupó grandemente a
Tomás y Natanael, y pidieron a Jesús que los ayudara, pero el Maestro se
negó a participar en las discusiones. Pero sí le dijo a Tomás: «Poco
importa qué idea del Padre podáis tener, siempre y cuando conozcáis espiritualmente el ideal de su naturaleza infinita y eterna».
Tomás sostenía que Dios se comunica con el
hombre, y por consiguiente que el Padre es una persona, aun dentro de la
definición de Rodán. Esto fue rechazado por el griego sobre la base de
que Dios no se revela personalmente; que Dios es todavía un misterio.
Entonces Natanael apeló a su propia experiencia personal con Dios, y eso
lo aceptó Rodán afirmando que recientemente había tenido experiencias
similares, pero estas experiencias, sostenía él, probaban solamente la realidad de Dios, y no su personalidad.
Para el lunes por la noche Tomás se rindió.
Pero el martes por la noche Natanael había convencido a Rodán de que
creyera en la personalidad del Padre, y había conseguido cambiar la
opinión del griego mediante los siguientes pasos de razonamiento:
1.
El Padre en el Paraíso goza igualdad de comunicación por lo menos con
dos otros seres que son totalmente iguales a él mismo, y completamente
como él: el Hijo Eterno y el Espíritu Infinito. En vista de la doctrina
de la Trinidad, el griego tuvo que reconocer la posibilidad de la
personalidad del Padre Universal. (Fue la consideración posterior de
estas discusiones la que llevó al concepto ampliado de la Trinidad en la
mente de los doce apóstoles. Por supuesto, era creencia general que
Jesús era el Hijo Eterno).
2.
Puesto que Jesús era igual al Padre, y puesto que este Hijo había
logrado manifestar su personalidad a sus hijos en la tierra, este
fenómeno constituía prueba del hecho, y demostración de la posibilidad,
de la posesión de personalidad por parte de las tres Deidades, y
solucionaba para siempre la cuestión sobre la habilidad de Dios para
comunicarse con el hombre y la posibilidad del hombre de comunicarse con
Dios.
3.
Que Jesús estaba en términos de asociación mutua y comunicación perfecta
con el hombre; que Jesús era el Hijo de Dios. Que la relación del Hijo y
el Padre presupone una igualdad de comunicación y una mutualidad de
comprensión afín; que Jesús y el Padre eran uno. Que Jesús mantenía al
mismo tiempo una comunicación comprensiva tanto con Dios como con el
hombre, y que, puesto que tanto Dios como el hombre comprendían el
significado de los símbolos de la comunicación de Jesús, tanto Dios como
el hombre poseían los atributos de la personalidad en cuanto se refería
a los requisitos necesarios para intercomunicarse. Que la personalidad
de Jesús demostraba la personalidad de Dios, mientras probaba
conclusivamente la presencia de Dios en el hombre. Que dos cosas que
están relacionadas con una tercera, están relacionadas entre sí.
4. Que la personalidad representa el
concepto más elevado que tiene el hombre de realidad humana y valores
divinos; que Dios también representa el concepto más elevado del hombre
de la realidad divina y de los valores infinitos; por consiguiente, que
Dios debe ser una personalidad divina e infinita, una personalidad en la
realidad aunque infinita y eternamente trascendente del concepto del
hombre y de la definición de la personalidad, pero sin embargo siempre y
universalmente una personalidad.
5. Que Dios debe ser una personalidad
puesto que él es el Creador de toda personalidad y el destino de toda
personalidad. Rodán había sido enormemente influido por la enseñanza de
Jesús: «Sé pues perfecto, así como es perfecto tu Padre en el cielo».
Cuando Rodán escuchó estos argumentos,
dijo: «Estoy convencido. Confesaré a Dios como persona si vosotros me
permitís cualificar mi confesión de esta creencia otorgando al
significado de personalidad un grupo de valores ampliados, tales como sobrehumano, trascendental, supremo, infinito,
eterno, final y universal. Estoy ahora convencido de que, mientras Dios
debe ser infinitamente más que una personalidad, no puede ser nada
menos. Estoy satisfecho de concluir esta discusión y de aceptar a Jesús
como la revelación personal del Padre y la satisfacción de todos los
factores no satisfechos en la lógica, la razón y la filosofía».